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Actualizado: 9 de junio de 2025
En varias ocasiones había sorprendido rondando su casa al primo Bobart, el confidente de Clementina, y hasta le había visto seguirle á París. El darle esquinazo no había sido más que un juego. Las robustas piernas de Fortunato habían burlado fácilmente el espionaje del antiguo abogado.
Para evitar el ruido, molesto aunque sin consecuencias, Ana procuraba que su esposo no se enterase de aquellas frecuentes escapatorias a la catedral. «¡No podía presumir el buen señor que por su bien eran!». Petra había sido tomada por confidente y cómplice de estos inocentes tapadillos. Pero la criada, fingiendo creer los motivos que alegaba su ama para ocultar la devoción, sospechaba horrores.
Desde el momento de mi primera aparición en Krakowitz, Yolanda había formado el proyecto de tomarme por confidente de su amor: esperaba tener así noticias de Lotario, por mi intermedio. Pero ¡ay! yo había interpretado mal sus tiernas miradas, y había tomado para mí el papel de enamorado...
Sin embargo, la mayor parte de las veces no lograba penetrar el recóndito sentido de sus razonamientos, quizá porque como neófito no estaba al tanto del tecnicismo filosófico usado en las escuelas. Por esta razón su confidente más asiduo no era el zapatero, sino un guarda del Retiro. Este le instruía como un maestro de la escuela peripatética paseando bajo las amplias avenidas de olmos.
La pobrecita no atribuyó, como era justo, su fracaso a la debilidad de estómago, sino a falta de virtud, y se aplicó con creciente afán a mejorar su vida. Genoveva era en todos esos ejercicios de piedad, más bien compañera y confidente íntimo que su doncella.
Jamás tenía armas al alcance de la mano, y por el miedo de arrojarse desde el balcón llegó a cerrar de noche el de su cuarto con candado, entregando la llave a su hermana, única testigo y confidente de estos desvaríos. Su temperamento y la educación afeminada que había tenido eran la causa de ellos.
Los Embajadores de Inglaterra y de Venecia, el Condestable, el Marqués de Pisani, el Duque de Bouillon, con otros personajes, y más que todos M. Zamet, el gran anfitrión de París, el confidente servicial de Enrique IV, recibían asiduamente á Antonio Pérez, estimando el don, que como pocos poseía, de hacerse escuchar en la mesa y salones, gracioso, ocurrente y oportuno.
La travesía de Nueva York al Havre se lo hizo más larga que a los argonautas toda su expedición: al fin pisó el puerto, tomó el tren y se detuvo en París, a lo cual le obligaba la necesidad de negociar ciertos valores, albergándose en la misma fonda donde estuvo algunos días al hacer el viaje de ida, porque en ella vivía su antiguo y cariñoso amigo Pepe Teruel, que conocía a Felisa, y a quien constantemente hablaba de ella: debilidad propia de enamorados, que siempre han menester confidente.
Siempre tendré un honor en que sea usted mi confidente... no sé qué línea de conducta debo seguir con Fabrice... No es para usted un secreto la estrecha amistad que nos unía de años atrás... Carezco de motivos fundados para romper mis relaciones con él... pero antes de ir a verlo quisiera cerciorarme de si mi presencia en su casa no sería un mal rato para él, para su mujer y para mí... En una palabra, ¿supone usted que la señorita de Sardonne, mejor dicho, la señora Fabrice... haya puesto en antecedentes a su marido acerca de los sentimientos que su mujer me inspiró en el pasado, y de las pretensiones que a la mano de aquélla abrigué?... Usted comprende que si es así...
Sea como quiera, es lo cierto, que la vizcondesa de Aymaret constituía para la señorita de Sardonne, tan sola, tan abandonada, un consuelo y una confidente de impagable precio: sólo delante de ella abandonaba alguna vez Beatriz su máscara impasible dejando correr sus lágrimas... Y, sin embargo, aun para ella guardaba su corazón un secreto.
Palabra del Dia
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