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Actualizado: 30 de junio de 2025


Si yo fuese padre de familia, preferiría confiar mis asuntos a un hombre prudente, y no a un héroe de aventuras dudosas, etc., etc. Pero la opinión del bello sexo, que es la que prevalece, habíase declarado en favor del héroe de Parthenay.

Necesitaba, como otras veces, confiar sus pesares a la jardinera, con esa benevolencia instintiva que impulsa a los grandes a franquearse con los humildes. no sabes, Tomasa, lo que esos hombres me hacen sufrir. Quiero dominarlos porque soy el amo, porque me deben obediencia con arreglo a la disciplina, sin la cual no habría Iglesia ni religión, y se me resisten y me desobedecen.

Al poco rato se presentó en la sala un muchacho alto y delgado. Díme, Juan, ¿te conocen en la Segada? No lo creo, señorito, porque como usted sabe, hace pocos días que he llegado de Castilla. Pues entonces te voy á confiar un encargo muy delicado. Toma esta carta. Inmediatamente corres á la Segada, llamas en el palacio y dices que la entreguen al señor conde.

Díjole que entre todos los secretos de que por favor de Dios era depositario, había uno que no pensaba confiar más que a la persona que fuese dueña de todo su cariño; y como esta persona era ella, la mujer soñada, la mujer prometida por el soberano Samdai, a ella sola revelaba el infalible procedimiento para descubrir los tesoros soterrados.

Y aunque yo me hubiera dado cuenta de su amor, ¿habría podido hacerla feliz? ¡Sólo a ella podía confiar mi pasión por la otra!... Alejandra trató de curarme llamándome al deber de servir la causa: quise escucharla, pero en vano. La idea de reconquistar el amor que antes desdeñara, embargaba y dirigía mi vida entera.

Lo que don Acisclo quería era aquella alianza, y poco le asustaban las enrevesadas razones y fatídicos pronósticos en que se fundaba y que él se guardó bien de confiar a nadie. Sólo de cuando en cuando, si bien haciendo desmedidos encomios de la entereza, discreción, honradez y sabiduría de D. Juan Fresco, afirmaba D. Acisclo que era un ente.

Sobre sus cabezas sólo existía un infinito insensible a la desesperación humana: otros mundos que ignoraban la vida de millones de míseros gusanos sobre esta esfera deshonrada por el egoísmo y la violencia. Los hambrientos, los que tenían sed de justicia, sólo debían confiar en ellos mismos. ¡Arriba, aunque fuese para morir!

Esto último lo supe por Juan, en quien tuve que confiar, mandándole volver a Zenda, donde Ruperto Henzar le hizo dar de latigazos por el crimen de haber pasado toda una noche fuera del castillo, engatusado por alguna mozuela del pueblo.

Los gobiernos se han hecho para el bien de los pueblos, y para cumplir con su fin debidamente tienen que seguir las indicaciones de los cuidadanos que son los que mejor conocen sus necesidades. Los que forman el gobierno son tambien ciudadanos y de los más ilustrados. Pero, como hombres, son falibles, y no deben desoir otras opiniones. Hay que confiar en ellos; ellos todo lo han de dar.

Yo he recibido ya las órdenes menores; he desechado de mi alma las vanidades del mundo; estoy tonsurado; me he consagrado al altar, y sin embargo, un porvenir de ambición se presenta a mis ojos y veo con gusto que puedo alcanzarle y me complazco en dar por ciertas y valederas las condiciones que tengo para ello, por más que a veces llame a la modestia en mi auxilio a fin de no confiar demasiado.

Palabra del Dia

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