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Actualizado: 30 de junio de 2025


15 Ni os haga Ezequías confiar en el SE

Después fue lacayo, y luego criado exclusivamente; más tarde, ayuda de cámara, y, por último, administrador de lo de adentro y de lo de afuera; porque era listo como una pimienta, previsor y complaciente hasta lo increíble, y en breve tiempo aprendió lo que no sabía para el delicado cargo que le iba a confiar el marqués. Llegó a pintar la letra y a sacar en el aire las cuentas más complicadas.

¿Y no volvísteis á ver á Margarita? ¡Oh! ¡basta! ¡basta!... os he referido lo antecedente para que comprendáis que mi nombramiento de confesor del rey me causó pena; yo estaba acostumbrado á una vida obscura y silenciosa en el fondo de mi celda; á la contemplación de las cosas divinas, que levantaba mi espíritu de las miserias humanas dándole la paz de los cielos; yo no podía ver sin dolor, que se pretendía arrojarme á un mundo nuevo para , y más peligroso cuanto más grande, cuanto más elevado era ese mundo; yo no podía pensar sin estremecerme, en que se me quería confiar la conciencia de un rey, hacerme partícipe de su inmensa responsabilidad ante Dios... y me negué.

29 Así dijo el rey: No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar de mi mano. 30 Y no os haga Ezequías confiar en el SE

2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos del cortamiento. 3 Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos en espíritu a Dios, y nos gloriamos en el Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. 4 Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. 7 Pero las cosas que para eran ganancias, las he apreciado pérdidas por Cristo.

Tenía a Juan de pie delante de la cama durante horas enteras, lo interrogaba, y frecuentemente toda la noche transcurría en discusiones interminables. La paciencia del joven era inagotable y pasaba, sin lamentarse, de la labor del día a la fatiga de las noches. María Teresa se habituaba también a confiar en su presencia.

Desde luego entraría de practicante en la botica de Samaniego, el cual estaba gravemente enfermo, y si se moría, la viuda tendría que confiar a dos licenciados la explotación de la farmacia. Maxi entraría seguramente de segundo, con el tiempo llegaría a ser primero, y por fin amo del establecimiento. En fin, que todo iba bien y el porvenir les sonreía.

Unas advertencias, para terminar. «Vélez de Guevara, como Quevedo notó el señor Bonilla , es un escolástico del idioma. No hay que perder una sola de sus palabras, no hay que confiar en el valor directo de cualquiera de sus frases, porque lo mejor del cuento pasaría quizás inadvertido.

En el señor López no había que confiar mucho; tenía el alma atravesada, y si gastaba algo adornando a su familia, era para sostener su prestigio de bolsista de fuerza.

El joven se convirtió en su alter ego, en quien podía confiar con toda seguridad. Juan sería el continuador de su obra. Su naturaleza leal, su espíritu estudioso, su vida entera pasada en la fábrica y en la intimidad elegante de la familia de los Aubry, le habían formado una personalidad atrayente. Nada de ficticio había en él; marchaba en el mundo sin preocupaciones y sin artificios.

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