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Por el interés y respeto que le profeso, señora, lo mismo que al Rey; por el interés de su gloria y de su reino, le ruego me retire el alto puesto que me quiere confiar: no tengo a él otro derecho que mi celo, y solamente rehusando me haré digno de él; porque rehusándolo creo servir a Su Majestad.

eres un buen muchacho, que no dice nunca que no. ¡Contigo se puede hacer lo que una quiera!... no tienes la sonrisa desdeñosa que aparece siempre en sus labios, cuando se le refiere algo, y que quiere decir: «Te escucho, pero no estás contando más que tonteríasEntonces se me ahogan las palabras en la garganta... Mientras que a ti... , a ti se te puede confiar todo lo que le pasa a una por la cabeza.

Aquel año se acercaba a la tumba menos seguro de mismo, lleno de nuevas ideas que tenía que confiar a aquella cara memoria, ansioso de las inspiraciones que allí recogía.

Decididamente la razón domina el corazón de este animal. En vano la señorita Margarita, irritada y confusa, empleó sucesivamente las caricias y las amenazas para vencer la obstinación de su favorito; nada pudo decidir al inteligente animal á confiar de nuevo su preciosa vida á aquellas terribles ondas.

Tratamos, señores, de formar una lista de diputados. Nada más prudente que confiar su elaboración a las corrientes encontradas del pueblo continuaba el doctor Trevexo sin escupir. «El Estado soy yodecía Luis XIV. La forma democrática se inspira en el derecho natural.

Si le quitáis vuestra generosa protección no tendrá ningún recurso de vida, y quizá se vea reducida a ser sirvienta en una casa humilde. ¡Una mujer de nacimiento tan distinguido, y tan bien educada! ¿Puedo confiar en vuestra bondad, señor?

Deshaciéndose todo en un suspiro colosal, volvió a decir: «Isidora». Esta le miró sin hablarle, fijando en la ciclópea catadura de Bou sus ojos empañados por las lágrimas. Bou sintió que su corazón se partía en una porción de pedazos, y se expresó así con acongojada voz: «Isidora, ya que usted no quiere confiarme sus penas, le voy a confiar las mías.

Nunca creeremos eso, Pablo dijo cariñosamente la señora Aubry, pero es posible que te hayas acostumbrado a trabajar menos, desde que sabes que puedes confiar en Juan. No, no, ese muchacho es más entendido que yo; el discípulo ha sobrepasado al maestro; hoy, dirige todo, te lo aseguro; en estos últimos meses ha tenido una idea de fabricación casi genial. ¡Qué entusiasmo, papá querido!

La buena baronesa no había querido confiar á nadie la tarea de elegir y empaquetar cuidadosamente las ropas y efectos de su esposo; todo lo había dispuesto ella misma, á excepción de las armas. Y eran de oir las instrucciones que daba á Roger y á los otros escuderos, al encomendarles la persona del barón. Creo que nada se ha olvidado, iba diciéndoles. Te lo recomiendo mucho, Roger.

Ahora me arrepiento, porque no me atrevo a confiar esto a papá, y además hay veces, como ahora, en que me parece inútil escribir estas cosas: no siempre las cosas que se piensan necesitan ser escritas; y otras, no escribirlas o no lo puedo... ¿Por qué habrá ciertas cosas que no se pueden escribir, ni siquiera decir? ¡Pero si yo tuviera una hermana! ¡A ella se lo diría todo, estoy segura!...»