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Actualizado: 10 de junio de 2025
3 Dejar un reino por otro y mártires de Madrid, de D. Jerónimo Cáncer, D. Sebastián de Villaviciosa y D. Agustín Moreto. 4 Cinco venganzas en una, de D. Juan de Ayala. 5 San Pelagio, de D. Fernando de Zárate. 6 La confesión con el demonio, de D. Francisco de la Torre. 7 La palabra vengada, de D. Fernando de Zárate. 8 El engaño de unos celos, de D. Román Montero de Espinosa.
Fue el motivo más poderoso de rencor entre los muchos que tenía contra su hermano, después de la estatura. Cándida fue a besar la mano del P. Melchor, de quien era hija de confesión, y le consoló, con el respeto, la sumisión y el cariño con que empezó a hablarle, del fracaso que acababa de experimentar.
Quiero morir aquí, en la misma cama donde murió aquella santa... He vivido siempre como un hereje, sin pensar que hay otra vida, y ahora siento una luz dentro de mí.... Es la luz de la Gracia. Señor capellán, necesito la absolución de mis pecados para reunirme con mi mujer en el Cielo. Es menester que haga confesión de ellos.
JOAQUÍN. ¡Y ahora voy a ver sus estudios! RAQUEL. Es «Ola en el alma», de la Casa Liedon. JOAQUÍN. Adoro los perfumes, porque viven con vida propia; se identifican con las mujeres y traducen su secreto pensamiento. ¡Un perfume es una confesión! IN
¡Ah, señor! ¡yo no os lo he dicho todo! Pero antes de que concluya la triste confesión de mis desdichas, dadme, señor, vuestra palabra de que me protegeréis. Os protegeré, no lo dudéis. Pero alzad, alzad, señora, y no tembléis de ese modo. Doña Ana se había arrojado de nuevo á los pies del duque de Lerma, y besaba llorando sus manos.
Yo puedo echarme a los pies de este buen sacerdote, y decirle que soy soberbio, envidioso, impuro, y pedirle que me castigue y luego me perdone; pero lo íntimo de mi falta quedará por confesar: es por mil razones inenarrable para él. »¿Es por esto mi confesión imposible?
Se ha murmurado, se ha dicho que las hijas de confesión del Magistral no deben de temer su manga estrecha cuando asisten al Don Juan Tenorio, en vez de rezar por los difuntos. ¿Se ha hablado de eso? ¡Bah! En San Vicente, en casa de doña Petronila que ha defendido a usted y hasta en la catedral. El señor Mourelo dudaba de la piedad de doña Ana Ozores de Quintanar....
No ha existido, ni existe, ni existirá, monja que pueda tolerar tal cosa. Lo más, lo más que sucede es lo siguiente: Se pone malo un confesor, y en un día de confesión se encuentra huérfana una monja. Entonces otra, por gran favor, por una gracia especial, especialísima, cede su confesor á la monja huérfana. Y la rivalidad llega hasta á los regalos que las buenas madres hacen á sus confesores.
Si tantas dudas había concebido ya él mismo sobre la confesión de la Natzichet, ¿cómo no admitir aquélla? Era la más considerable de todas. ¿Así, pues, la pasión del joven servía de algo, mientras que la sangre fría que él estaba obligado a mostrar de nada servía, puesto que el joven era quien veía con mayor claridad?
Aquella mirada brillante y dulce empapada en llanto, tenía una expresión de reproche, de dulzura, de indecible perspicacia. Hubiérase dicho que estaba menos asombrada de una confesión ya hecha, que espantada de la inútil ansiedad que advertía en mí.
Palabra del Dia
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