United States or Denmark ? Vote for the TOP Country of the Week !


Este hombre había necesitado hablar á Elena con una urgencia angustiosa; sólo así era explicable que se decidiese á buscarla en casa de la condesa Titonius, ¿Qué estarían diciéndose?... Se atrevió á pasar, fingiendo distracción, ante la puerta del gabinete. Ella y Fontenoy hablaban de pie, con el rostro impasible y muy erguidos.

Llamábalas la condesa sus ahijaditas, porque en su famoso baile de ancha base habían sido presentadas bajo los auspicios de la dama por primera vez en el mundo.

Allí la riqueza está en todas partes, y sin necesidad de anunciarse con ostentación, todo el mundo la ve y la siente. Y las mujeres, ¿te han gustado? preguntó la condesa. Regla general contestó Rafael : todas las mujeres me gustan en todas partes. Las jóvenes porque lo son; las viejas porque lo han sido; las niñas porque lo serán. No generalices tanto la cuestión, Rafael; precísala.

Después de dos años de matrimonio que no le habían dado toda la dicha soñada, Dios había tenido piedad de la joven condesa y la había llamado a él antes de que perdiera sus últimas ilusiones, en las que pudo todavía envolverse para morir, como en aquel traje blanco apenas amarillento con que la enterraron cubierta de flores.

El capitán Bretignières no podía estarse quieto un momento; daba agitados paseos por la casa y el jardín; por todas partes no se oía más que el paso ruidoso de su pierna de madera. El señor Stevens abandonó sus asuntos, su tribunal y sus costumbres. La señora de Vitré se convirtió en enfermera a las órdenes de la condesa.

Y al asentir ¿no participó de mi secreta idea, de que para nosotros lucía aún una esperanza como aquélla? Usted me dijo ayer que, aparentemente libre, la Condesa había contraído consigo misma un compromiso irrevocable, en el cual encontraba el obstáculo para su nuevo amor. Tal era, en el hecho, su sentimiento y en muchos párrafos de este diario se encuentra su evidencia.

Hoy me trae un deber, un deseo vehemente de restablecer la paz y armonía entre personas de una misma familia, y... ¿Y a usted quién le mete en tales asuntos? Señora doña María, vengo a decir a usted que la condesa se muestra hoy arrepentida de las duras palabras... ¿Arrepentimientos?... Yo no lo creo, caballero. Suplico a usted que no me hable de esa señora.

Lo haré, ya que me obligáis. Cuando he dicho cuidado, he querido decir ¡cuidado con echarse una cadena encima! ¡Ah!, condesa repuso el duque con calor , por Dios, que no venga una injusta y falsa sospecha a oscurecer la fama de esa mujer, aun antes de que nadie la conozca. Esa mujer, condesa, es un ángel. Eso por supuesto dijo la condesa . Nadie se enamora de diablos.

¿No sabe usted por qué? ¿Comprendió usted que ya no amaba a la Condesa? No me ocupé de esas cosas. ¿Por qué fue usted a Lugano? ¿Qué hacía él allí? La joven no contestó. ¿No quiere usted decirlo? No puedo. ¿Le ayudaba a usted el partido? Otra vez se quedó muda. ¿Cuánto tiempo estuvo usted en Lugano? Tres días. ¿Y después? Volví a Zurich. ¿Cuándo partió él? En abril. ¿Para hacer qué?

Entonces, ¿qué es lo que más os ha gustado? Los toros. Aquí se paró la conversación. Al cabo de diez minutos de silencio, la condesa le dijo: ¿Me permitís que ruegue a vuestro marido que se ponga al piano? Cuando gustéis respondió María. Stein se sentó al piano. María se puso en pie a su lado, habiéndola llevado por la mano el duque. ¿Tiemblas, María? le preguntó Stein.