Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 14 de junio de 2025
La actual condesa de Rumblar, enterada de la aparición de una heredera, anunció a mi ama que entablaría un pleito, y vea usted aquí el motivo de que en casa se haya trabajado tanto por la legitimación. Por fin, las dos familias acordaron evitar la ruina de un pleito, y se han puesto de acuerdo sobre esta base: casar a la Srta.
Y así ha estado la carta. Muerto el Marqués, no existían en el mundo sino tres personas sabedoras del propósito de la Condesa de dejar a V. por heredera. ¿Y quiénes eran esas tres personas? preguntó doña Luz con el mayor interés. La misma Condesa, mi mujer, que es sigilosa hasta lo sumo, y un servidor de V., señora Marquesa. ¿Y nadie más? Nadie más. ¿Está V. seguro? Lo estoy.
Sí, vamos, vamos; la escena será chistosa. Levantáronse, y recogieron aprisa abanicos, sombrillas y velos, precipitándose hacia la puerta. Eh, ¡señoritas! decía la condesa de Monteros . No corran ustedes tanto, yo no soy tan joven como ustedes, y voy a quedarme atrás.
Habían bastado sus breves apariciones en Viena, en casa de una tía suya, para que se llevase a las gentes tras de sí y la proclamasen hauptcomtesse o como si dijéramos Condesa capital o princesa y capitana de las condesas todas.
Sí, tía respondió Rafael , y Stein de cancón es una pieza compuesta expresamente para ambos. ¡Tales cosas! exclamó la buena señora. Madre, ¿no echáis de ver que Rafael se está chanceando, según su loable e inveterada costumbre? dijo la condesa.
De pronto, presentose en la puerta del salón, como no atreviéndose a entrar, un hombre vestido con una ropilla negra. Este hombre era el señor Manuel Perico, notario real de la ciudad de Granada, y apoderado del duque de Carvajal. Llevaba a la condesa de Pópoli el contrato de matrimonio. Isabel se estremeció.
Señor, Señor, si mis señoras la Condesa de Ubernia, y duquesa de Ventador auisasen a V. Ex.^a q.^e les he embiado de aquellos guantecillos, y q. a Madama la Condesa he escripto vn papel con ellos, lleno de Amores, séanme ellos mismos testigos q. no son sino amores del Alma, q. merescen premio, no castigo. De V. Ex.^a sieruo y Boticario. Ant. Perez. A v de Mayo. 1605. Bibl.
El yunque entonces despliega su fisonomía contraída y se apresura á llevar el tenedor á la boca como si nada hubiese acaecido que mereciera llamar la atención de los presentes. La condesa frecuentemente dirige á ellos sus ojos y los envuelve en una mirada dulce y protectora ó les hace alguna rápida seña para que se limpien ó cuiden del plato, que está á punto de caer.
Al volver, a la condesa le di cuenta de mi aventura, tratando de prepararla para la fatal noticia que iba a recibir sin duda al día siguiente.
Pero en la guerra lo de menos son las heridas, señora condesa.
Palabra del Dia
Otros Mirando