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Actualizado: 14 de junio de 2025


La doncella que á la mañana siguiente entró en el dormitorio de la condesa de Trevia hizo el menor ruido posible al entreabrir los balcones. Dirigió una mirada triste y compasiva al lecho de su señora y salió sobre la punta de los pies como había entrado.

¡De usted misma, señora condesa, de usted misma! gritó el ministro . ¿Se atreverá usted a negar delante del ministro de Ultramar que ha solicitado el cargo de camarera, con tal que diesen a Velarde la Secretaría del rey, y a usted seis mil duros de sueldo?... ¡Pues ya lo creo que lo negaré! contestó Currita con todo su desparpajo.

La condesa, ó no observaba tal cambio de modales, ó si lo observaba no quería fijar la atención en ello. La actividad de Pedro había decrecido notablemente. Aquel Hércules se enervaba á ojos vistas en los cuidados del jardín. El perfume que la condesa despedía de su persona había mermado sus fuerzas y el roce fugaz de su vestido turbado mucho sus costumbres.

Hablemos ahora de la familia de Afán de Ribera, o Perafán de Ribera, que en esto no están acordes los cronistas. Ocupará el primer lugar en esta enumeración reverente la señora Condesa viuda D.ª María Castro de Oro de Afán, etc., aragonesa de nacimiento, la cual era de lo más severo, venerando y solemne que ha existido en el mundo.

No hay de qué. ¿Por qué me buscas la lengua? Porque me gusta. Ya lo sabes. La dama alzó los hombros, hizo un mohín de desdén, y pugnando por no reir se dirigió a la condesa de Cotorraso que en aquel instante pasaba cerca. Raimundo los había contemplado mientras hablaron. El tono confidencial en que lo hicieron le hirió. Permaneció un instante inmóvil.

Malas lenguas han dado en propalar que el Conde, al casarse con ella, no tuvo en cuenta sino su negocio. Nada de amor. La condesa se casó casi niña, excitada a ello por su madre, y sin comprender toda la trascendencia de aquel paso.

Hallé afuera al galante Tarlein, muy entretenido con la condesa Elga, sin cuidarse de los lacayos que le observaban. ¡Qué diantre! dijo. No todo ha de ser conspirar y el amor reclama también sus derechos. Lo mismo digo contesté; y Tarlein me siguió respetuosamente.

Oídme, querida amiga; hace quince años que soy intendente de la condesa de Bruinsteen, he ganado bastante dinero y gastado poco. He reunido una pequeña fortuna, y puedo hacer independiente y feliz a la mujer que elija por compañera. Mi corazón es joven, mi salud es buena y estoy lleno de vida.

¡Aquí está el célebre cuarto de la condesa! exclamó con singular entonación al llegar a él. Vamos a entrar. Estoy cansada. Entraron y la joven cerró la puerta.

¿Vos por aquí, don Francisco? dijo la condesa sin disimular su alegría, alegría semejante á la de quien de una manera inesperada tiene un buen encuentro.

Palabra del Dia

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