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Actualizado: 25 de junio de 2025
Y estas pobres mujeres, el día en que la fatal verdad haga sonrojar sus frentes, es muy probable dividirán conmigo mis pesares y mi desesperación. Y exclamarán las primeras: ¡Ah! si lo sabía usted ¿por qué no había hablado? Pues bien; ni hoy, ni mañana, ni nunca: si sólo de mí depende, la vergüenza no sonrojará estas dos nobles frentes. Yo no compraré mi felicidad á precio de su humillación.
Por dar órdenes, hasta le dijo lo que había de mandar traer de la plaza al día siguiente, y al otro y al otro. «Y cuidado con dejar de tomarle la cuenta a la muchacha, al céntimo, pues Torquemada dice que no la abona y no hay que fiar... Si te falta algún cacharro en la cocina, no lo compres; yo te lo compraré, porque a ti te clavan... Nada de comprar petróleo en latas... el fuego me horripila.
Luego, a impulsos de su deseo, se atrevía a implorar la protección de don Jaime. ¡Si quisiera darle ayuda!... Bastaría que pidiese una vez el famoso cuchillo, para que su padre se lo entregara al instante. Febrer acogió esta demanda con risa bondadosa. Tendrás el cuchillo, muchacho. Y si tu padre no quiere entregarlo, yo te compraré otro cuando vaya a la ciudad.
No, no compraré mi dicha, y estoy seguro de que la Eudoxia no me haría dichoso; no compraré con mi tranquilidad, con mi libertad, con la incertidumbre deliciosa de mis esperanzas, el ridículo honor de asociar mi nombre al de una mujer a la que no puedo amar.
Sí, lo tendrás dijo Jaime . Y si tu padre no te lo da, yo te compraré el mejor que encuentre en Ibiza. El muchacho se frotó las manos, brillándole los ojos con fulgores salvajes. Es sólo para que seas hombre como los otros continuó Febrer ; pero ¡nada de usarlo! Un simple adorno nada más. Pepet, ansioso de realizar cuanto antes su deseo, contestó con enérgicos movimientos de cabeza.
11 Mas el sacerdote, cuando comprare persona de su dinero, ésta comerá de ella, y el nacido en su casa; éstos comerán de su pan. 12 Pero la hija del sacerdote, cuando se casare con varón extraño, ella no comerá de la apartadura de las santificaciones.
Sí, marqués Meñique respondió el rey, y te daré la mitad de mi reino; o mejor, te compraré en lo que vale tu mitad, con la contribución que les voy a imponer a mis vasallos, que se alegrarán mucho de pagar porque su rey y señor tenga agua buena; pero con mi hija no te puedo casar, porque ésa es cosa en que yo solo no soy dueño.
Pecho al agua y preparémonos para la lucha. ¿Qué podrán decir de mí? ¿Que don Paco me viste? Pues yo voy a vestir a don Paco..., y patas. Mira: con mis ahorrillos iré mañana a la tienda del Murciano y compraré paño de Tarrasa o del mejor que tenga. Calcula tú cuántas varas se necesitan.
Mary estaba enfurruñada. ¿Qué le pasa a usted? la dije. Nada. No, algo le pasa. ¿Está usted incomodada conmigo? Sí. ¿Por qué? ¡A mí no me ha traído usted anillo! me dijo, dolorida. No importa; le compraré otro más bonito. No, no; yo lo quiero igual que el de Quenoveva. Pues como el de Quenoveva.
¿Qué tal, Martín? le decía Catalina en vascuence. Bien contestaba él rudamente, haciéndose más el hombre . ¿Y en vuestra casa? Todos buenos. Cuando vayas a Francia, tienes que comprarme una puntilla como la otra. ¿Sabes? Sí, sí, ya te compraré. ¿Ya sabes francés? Ahora empiezo a hablar. Martín se estaba haciendo un hombretón, alto, fuerte, decidido.
Palabra del Dia
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