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Actualizado: 29 de junio de 2025


Velarde lo rechazó por dos veces impaciente, dándole la última vez un palo; mas variando de pronto de opinión, volvió atrás y le compró, no sólo el décimo, sino el billete entero. ¡Si aquel billete saliese premiado, cuántas cosas había de hacer entonces!... Y pensando en ello y haciendo combinaciones, llegó Velarde al final de la calle del Príncipe, donde estaba situada su casa: pidió luz y se encerró en su cuarto.

Compró el vestido y el pañuelo, pero no pudo encontrar la 25 flor de lis. Como volvía a su casa, vio una casa con unos jardines tan hermosos, que dijo: Voy a ver si en estos jardines tienen la flor de lis y me la venden. Entró en la casa y no vio a nadie a quien preguntar, recorrió 30 todos los jardines y al fin vio una planta con una flor de lis tan bonita, que se decidió a llevársela.

Para despertarle la afición o inclinarle a la marina, le compró una preciosa balandra donde ambos se paseaban por las tardes o salían de pesca. Pero todos los propósitos del buen caballero se estrellaron contra las aficiones terrestres de su sobrino. De la mar no le gustaban a éste más que los peces; pero aderezados ya y humeando en medio de la mesa.

Desdeñaba los libros clásicos, y me engolfaba en el piélago anchuroso de la literatura romántica. Andrés compró cierto día, en su tienda de «La Legalidad», un tercio de papeles viejos, entre los cuales hallé folletines, libros, folletos, entregas, y tomos de «La Cruz», que me apresuré a recoger.

Esto es lo que yo me figuro cuando compro un duro de patatas, y esto es ya bastante maravilloso; pero la maravilla crece cuando pienso que mi duro no sólo es susceptible de transformarse en patatas, sino que se puede transformar también en guisantes, en zanahorias, en poesías líricas, en cigarros habanos y en otros muchos objetos que me dicte mi fantasía. ¿Qué otra cosa, en nuestro mundo moderno, tiene este poder mágico que tiene un duro, como no sea un billete de cinco duros?

Sus dueños ansiaban desprenderse de ellas, agobiados por los gastos de sostenimiento. Y compró el castillo de Villeblanche-sur-Marne, edificado en tiempos de las guerras de religión, mezcla de palacio y fortaleza, con fachada italiana del Renacimiento, sombríos torreones de aguda caperuza y fosos acuáticos en los que nadaban cisnes.

Martinán no cultivaba la tierra, pero había agenciado bastante dinero con su taberna, compró fincas que tenía arrendadas y ganado que había dado en parcería. Lo mismo él que su esposa tenían hecho testamento á favor de su sobrina, según se decía de público.

Doña Manuela buscó lo más raro y costoso del Mercado: tres pares de perdices, que bailoteaban con descoco dentro de una jaula, mostrando sus polonesas encarnadas. Visanteta las arreglaría para la cena de la noche. Después compró el pavo, un animal enorme que Nelet cogió con cariño casi fraternal, después de tentarle varias veces los muslos con una admiración que estallaba en brutales carcajadas.

Tenemos para un rato dijo Angustias desatándose y liándose el pañuelo bajo la barba, con ese movimiento maquinal que en la gente chulesca hace las veces del movimiento de abanico. ¿Y mi bergante? Esta mañana salió muy temprano. Desde ayer me ha estado marcando porque le tuviera hoy camisa limpia; ha salido hecho un brazo de mar, con la corbata negra y amarilla que se compró la semana pasada.

Ya tocaba con la Arabia, quando me robó un bandolero muy nombrado, llamado Arbogad, el qual me vendió á unos mercaderes que me traxéron á este palacio, donde reside el señor Ogul, que me compró sin saber quien yo fuese. Es este un gloton, que solo piensa en atracarse bien, y cree que le ha echado Dios al mundo para disfrutar de una bueua mesa.

Palabra del Dia

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