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Actualizado: 24 de junio de 2025
D. Cristóbal de Moura, hidalgo portugués, que a la edad de catorce años entró en calidad de menino al servicio de la princesa doña Juana, conquista la estimación, la confianza y el afecto de aquella egregia señora, la sigue desde Portugal a Castilla, desempeña por su mandado muy difíciles comisiones y muestra en todo rara discreción y singular destreza y tino.
Esta tarde debía venir Fernanda a casa. Matilde me dijo después de almorzar que saliese y no volviese hasta el oscurecer..., y cuando volviese estaría todo arreglado, o poco había de poder. Mi hermana se pinta para estas comisiones. Obedecí. Di más de mil vueltas por Sevilla, y cuando vi que oscurecía me fui a casa. Crea usted, don Ceferino, que me temblaban las piernas.
Las diferentes comisiones ajenas de su ministerio que pesan sobre esos mismos majistrados, y muy graves muchas de ellas, es otro obstáculo, y no pequeño, para que se administre pronta y cumplida justicia.
1007 Muy delicao, dormía en cuja; y no sé por qué sería, la gente lo aborrecía y le llamaban La Bruja. 1008 Jamás hizo otro servicio ni tuvo mas comisiones que recebir las raciones de víveres y de vicios. 1009 Yo me pasé a su jogón al punto que me sacó, y ya con el me llevó a cumplir su comisión.
Todo el santo día le teníais como un azacán, de comercio en comercio, de periódico en periódico, y aunque de sus comisiones había que descontar el considerable gasto de calzado, siempre le quedaba para ayuda del cocido, y para aliviar a la Juliana de su enorme tarea en la Singer.
En mitad del anfiteatro se alzaba el palco destinado a la Asamblea de la Unión, con su tribuna al centro, y flanqueado de otros dos más bajos, pero mayores, destinados a las comisiones del partido.
Doña Manuela contestó con altivez. ¡Quién! ¿Ella...? ¿Por quién la tomaba su hijo? Aunque arruinada, no por esto había perdido su dignidad. Para tales comisiones se valía de doña Clara, que tenía amigos entre los prestamistas, y hacía las «operaciones» diciendo que los objetos eran de una señora distinguida cuyo nombre no podía revelar.
Su honradez grande, su puntualidad y su celo le granjearon crédito tal, que llovían comisiones, menudeaban encargos, y caían en la bolsa, como apretado granizo, reales, pesos duros y doblillas en cantidad suficiente para que, al cabo de quince años de llegado a la corte, pudiese Joaquín estrechar lazos eternos con una conterránea suya, doncella de la esposa del magnate y señora tiempo hacía de los enamorados pensamientos del portero; y verificado ya el connubio, establecer surtida lonja de comestibles, a cuyo frente campeaba en doradas letras un rótulo que decía: El Leonés.
Al día siguiente no le fue posible realizar el experimento. Se le encargaron tantas comisiones para coadyuvar al descubrimiento del chico, que sólo tuvo tiempo para subir dos o tres veces a desatarlo y a darle algún alimento. Además, tenía miedo de engendrar sospechas si se retiraba a su laboratorio por largo rato.
Primero como ayo instructor del arte militar de una persona real; miembro después de algunas comisiones científicas, y empleado últimamente en el ministerio de la Guerra, cultivando la amistad de todos los personajes políticos; diputado varias veces; senador por fin y ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, no había estado en el campo de batalla sino persiguiendo a un general revolucionario, y eso con firme propósito de no alcanzarle nunca.
Palabra del Dia
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