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Digo que á mi me tiene satisfecho, Y que á la execucion se venga presto De tan estraño y tan honroso hecho. Pues yo de mi intencion os diré el resto Despues que sea lo que digo hecho. Vamos á ser ministros todos luego De encender el ardiente y rico fuego. Nosotras desde aqui ya comenzamos A dar con voluntad nuestros arreos, Y á la vida las vuestras entregamos Como se han entregado los deseos.

Caparrosa se descolgó por fin de la reja con sus boletines, y junto con él, mi tía y yo comenzamos a forcejear para abrirnos paso a través de la multitud. Al cabo de unos minutos salía mi tía bañada en sudor de aquel combate; y acomodándose la gorra sobre los bandeau, entraba triunfante en lo de Bringas con un boletín en la mano. ¡Triunfo completo; aquí está, véalo, léalo usted!

Como no vimos la bala, comenzamos á reir satisfechos y hasta orgullosos de que nos avisasen tan ruidosamente. Otro cañonazo, pero esta vez con malicia. Nos pareció que un gran pájaro pasaba silbando sobre la barca, y la antena se vino abajo con el cordaje roto y la vela desgarrada. Nos habían desarbolado, y al caer el aparejo le rompió una pierna á uno de la tripulación.

Para , hombre del Norte, aquello era una temperatura deliciosa, y no me subí siquiera el cuello de la americana, como hizo mi compañero. Sentía la cabeza caliente; me quité el sombrero y caminé con él en la mano. Suárez me propuso dar una vuelta por el muelle, y yo accedí gustoso porque sentía la necesidad de despejarme. Comenzamos a discutir sobre política con calor.

El viento soplaba con fuerza, en ráfagas violentas; las olas batían las rocas del Izarra produciendo un estruendo espantoso y llenándolas de espuma. Pasamos por delante de Frayburu, la peña grande, negra, la hermana mayor de las rocas del Izarra, que desde el mar parece un torreón en ruinas. Comenzamos a acercarnos al Stella Maris.

Yo puse como condición previa que no nos defendiéramos ni matáramos a nadie. Era tan difícil salir del pontón, ganar la costa y salvarse, que había que pensar que teníamos cien probabilidades contra una de volver. Comenzamos los preparativos, Ugarte había recibido dinero y estaba dispuesto a pagar.

El foque se extendió, dando un estallido como si fuera a romperse; después se hincharon las otras velas; el barquito se torció violentamente; yo me agarré para no caerme al agua. Comenzamos a navegar con gran velocidad.

Algunas daban de mamar a sus hijos. El tipo de todas aquellas mujeres variaba poco: cara redonda y morena, nariz remangada, cabellos negros y ojos negros también, muy salados. Cada cierto número había una maestra, que se levantaba a nuestro paso. La principal del taller nos acompañaba. Desde que comenzamos a caminar por aquel gran salón de paredes desnudas y sucias, observé un chicheo constante.

Varias han sido las causas que han contribuido á la decadencia de tan floreciente industria; en primer lugar, las enfermedades del gusano productor de la seda, y en particular de la llamada «pebrina», enfermedades que, por pura negligencia, propia de nuestro caracter, no estudiamos ni combatimos; y en segundo lugar, porque á mediados del siglo XVIII ya comenzamos á gustar de lo extranjero, y las sabias leyes de nuestros católicos monarcas, fueron cayendo en desuso, é invadieron nuestros mercados los tejidos de seda ingleses y franceses, y en el siglo pasado y en el actual nos europeizamos, y ya no nos gusta nada que sea español, vestimos á la inglesa, comemos á la francesa y nos arruinamos á la española.

Después de la misa nos desayunamos y comenzamos a trabajar, alternando nuestras tareas con la lectura de la Biblia; después y hasta la hora de comer, mis hijas dan lecciones de gramática e historia. Con estas ocupaciones, el tiempo lo encontramos corto. Después de comer tenemos una hora de recreo.