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Actualizado: 21 de junio de 2025


Señora, espere usted, por Dios, á que venga mi protector: yo se lo ruego por la gloria de su madre. La idea de que viniera Coletilla é impidiera la expulsión de la huérfana, puso á Salomé en grave peligro de que le diera el quinto ataque. ¡Qué agonía! dijo sentándose. Francamente, nuestra excesiva benevolencia nos trae á estos extremos.

Ya me figuré yo que no consentirían; y en verdad, amigo, que el proyecto que acaba de fracasar era atrevidillo. ¿Y cómo ha venido aquí esa Clarita? Yo no : cosas de Elías. Hombre, hábleme usted de ese Elías. El día en que le conocí por primera vez me parecía lo más raro del mundo. Ya había yo oído hablar de Coletilla.

El Doctrino decía á Coletilla: Mucho me temo que eso no salga bien: yo cuento con gente decidida; pero el golpe es demasiado terrible, amigo don Elías, y temo que se alborote la opinión pública. Si ya la opinión pública se ha presentado contra ellos; si les señala con execración observó Elías con mucha vehemencia.

Sólo estando muy cerca de ella, como estaba el sobrino de Coletilla en aquel momento, era posible oír aquellas palabras. ¡Soy muy desgraciada! repitió con un rumor débil, sordo, apagado, como esos murmullos de rezo que turban en las horas de tranquilidad el profundo silencio de las catedrales.

Le encontró muy pálido y abatido; comprendió lo que el infeliz había pasado en aquellos días, y necesitó todo el esfuerzo de que su alma valerosa era capaz para no echarse á llorar como una tonta en presencia de aquellas tres rígidas damas y del furibundo Coletilla. Ya estas señoras saben lo que has hecho al llegar á Madrid dijo Elías á su sobrino con mucha severidad.

Desde el anochecer estaban en el café de la Carrera de San Jerónimo el Doctrino, Pinilla, Aldama y otros dos individuos de los que más trato tenían con el bolsillo del intendente revolucionario Elías Orejón. No hay otro medio mejor que el que Coletilla nos ha propuesto decía el Doctrino. Indudablemente ese zorro tiene talento.

Apenas había pronunciado Coletilla estos terribles aforismos, cuando se sintió ruido en la escalera. Eran algunos jóvenes socios del club naciente. Escóndase usted ahí dijo el Doctrino á Coletilla. Estos no le han de ver.

Lázaro se retiró, empujado por ella precipitadamente. Entró corriendo en su cuarto antes que Coletilla llegara, y arrojándose en el lecho, fingió que dormía. El fanático entró poco después y se acostó murmurando. Cuando apagó la luz, Lázaro se incorporó en su lecho con mucha cautela, y asomándose por una ventana que daba al corredor, miró hacia afuera.

El que habló en aquella ocasión era un vil instrumento de los agentes del Rey. ¡Es éste! ¡Aquí está! exclamó uno, señalando á Lázaro á la atención de toda la asamblea. : el sobrino de Coletilla. ¡Sobrino de Coletilla! ¡Sobrino de Coletilla! repitieron muchas voces. Tumulto espantoso resonó en todo el ámbito. Todos se levantaron y miraron á Lázaro.

Voy, voy al momento. Cerraré la puerta y me llevaré la llave. No importa. Las señoras tienen otra. Vamos. El abate había conseguido su objeto, que era alejar á Coletilla de la casa aquella tarde, para que Clara se quedase sola. En tanto las esfinges se acercaban al término de su viaje, y Lázaro las seguía, revolviendo en su mente el plan que en un momento de colérica inspiración había concebido.

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