Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de noviembre de 2025
Todo el mundo sabe que era un ser divino, que tenia la cola de oro, y una cabeza humana muy hermosa, y salia del mar para predicar en la tierra tres horas al dia. Tuvo muchos hijos, que todos fuéron reyes, como es notorio. En mi casa tengo su imágen, y la adoro como es debido. Lícito es comer vaca hasta no querer mas, pero es accion impía sobre manera guisar pescado.
Intentó la fiera un salto impotente; dió vuelta en torno del árbol midiendo su altura con ojos enrojecidos por la sed de sangre, y al fin, bramando de cólera, se acostó en el suelo, batiendo sin cesar la cola, los ojos fijos en su presa, la boca entreabierta y reseca.
El sol no se halla a la mitad de su carrera, y el arco iris que corona el torrente recibe de sus rayos sus hermosos colores . Las aguas estienden sobre el declivio de las rocas su manto de plata, y su espuma que se eleva como un surtidor, se parece a la cola del enorme y palido caballo del Apocalipsis sobre el que vendra la Muerte.
Dos cosas aligeraban á la ballena: su masa aceitosa que la hacía flotar sobre el agua y la poderosa cola cuyo choque alternativo, golpeando por ambos lados, empujábala hacia avante. Mas todo eso aniquila al anfibio que barbota en la profundidad de las aguas y se encarama por las rocas cual pesado caracol.
No había pasado un cuarto de hora cuando los dos muchachos se encontraron con su padre en la sala grande de La Piña; era aquélla una habitación baja de techo, que tenía una estufa de hierro pintada de color plomo, con el suelo terrizo y unas largas mesas de pino perfectamente limpias con cola de caballo.
Y unos le clavan al burro la cola en la pezuña, o en las costillas, o en la frente. Y otros la clavan en la hoja de la puerta, creyendo que es el burro. Dicen en los Estados Unidos que este juego es nuevo, y nunca lo ha habido antes; pero no es muy nuevo, sino otro modo de jugar a la gallina ciega.
Apresurábase a satisfacer mis caprichos, llevaba mis labores, mis libros, mis guantes, mi abanico, y en los grandes días, la cola de mi manto. Gracias a sus cuidados, las más bellas flores del parque adornaban mi chimenea o pendían de mi cintura. »Mi tío, con sus veinte criados, no estaba tan bien servido como yo por mi lindo y joven paje.
De un salto bajó de su caballo e hizo lo que yo le pedía. ¿Qué quieres hacer? me preguntó. Vas a verlo dije, pero primero suelta los caballos... ¡No faltaba más! dijo Roberto riéndose. Me haces el efecto de quien quiere coger las liebres poniéndoles un grano de sal bajo la cola. E hizo ademán de atar las riendas a un tronco de árbol. ¡Suéltalos! ordené.
Como si también los perros comprendiesen su derecho a ser atendidos antes que nadie, acudieron desde el rincón más oscuro, y olvidando el cansancio, exhalaban famélicos bostezos, meneando la cola y levantando el partido hocico.
Eran dragones rojos y verdes, serpientes de enroscada cola, peces de lomo redondo, todos con alas, con escamas de diversos colores y con ojos enormes. Gillespie adivinó que eran las luciérnagas que en la noche anterior lanzaban mangas de luz por sus faros, ahora extinguidos. Una de las naves aéreas detuvo su vuelo para bajar en graciosa espiral, hasta inmovilizarse sobre el pecho del coloso.
Palabra del Dia
Otros Mirando