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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Cuando yo vi que las unas por el un santo y las otras por el otro trataban indecentemente de ellos, cogiéndola a mi monja, con título de rifárselos, cincuenta escudos de cosas de labor, medias de seda, bolsicos de ámbar y dulces, tomé mi camino para Sevilla, temiendo que si más aguardaba había de ver nacer mandrágoras en los locutorios.

El pecho, los dedos, los brincos, el día señalado del hurto, la confesión de la gitana, y el sobresalto y alegría que habían recebido sus padres cuando la vieron, con toda verdad confirmaron en el alma de la Corregidora ser Preciosa su hija; y así, cogiéndola en sus brazos, se volvió con ella adonde el Corregidor y la gitana estaban.

Butrón hizo una profunda señal de asentimiento, y la duquesa, ya amansada del todo y queriendo remediar su anterior arranque, dijo vivamente: ¿Pero podías creer otra cosa? Y cogiéndola la muñeca en que traía la pulsera de Isabel II, besóle la mano con gran cariño, diciendo: Si fueras camarera de la Cisterna merecerías que se te volviese un grillete esta pulsera.

Llegado ante la puerta, advirtió en el suelo la mascarilla negra de Gonzalo; cogiéndola con presteza se la puso en el rostro. Golpeó tres veces y luego otras dos con los nudillos. El paño de la capa desprendía afeminado perfume. Su espíritu comenzó a divagar. Vio y dejó de ver varias veces una almohada de Aixa engalanada con hilo de oro y piedras preciosas.

Este jugaba misas como si fuera otra cosa. Era de ver cómo se barajaban la taba: cogiéndola en el aire al que la echaba, y meciéndola en la muñeca, se la tornaban a dar. Sacaban de taba como de naipe para la fábrica de la sed, porque había siempre un jarro en medio. Vino la noche; ellos se fueron; acostámonos mi tío y yo cada uno en su cama, que ya había prevenido para un colchón.

Su frente se arrugó fuertemente. Mira, déjalo, déjalo... Esperaremos que venga el médico dijo cogiéndola por la muñeca y apartándola suave, pero firmemente. Ventura le miró sorprendida. ¿Por qué? Por nada. Déjalo, déjalo replicó abrochándose de nuevo la camisa y tapándose con la ropa. Venturita se quedó con las tijeras en la mano mirándole fijamente, en actitud confusa.

Este hombre me quiere matar y hace todas estas comedias para vengarse en y asesinarme a lo bóbilis bóbilis...». El iluminado fue hacia su mujer, cogiéndola por un brazo.

Clotilde quedó inmóvil y adormilada, como en reposo absoluto de espíritu y de cuerpo; apenas se notaba su respiración. A Julia se le apagó la lámpara, y cogiéndola sin llamar a nadie, la sacó fuera para que no diese tufo, yendo a dejarla en uno de los cuartos inmediatos. Ya era día claro.

Fortunata no daba un paso. Y se precipitó en los brazos del Delfín, lanzando este grito salvaje: «¡Nene!... ¡bendito Dios!». Olvidados de todo, los amantes estuvieron abrazados largo rato. La prójima fue quien primero habló, diciendo: «Nene, me muero por ti...». «Ven acá» dijo Santa Cruz cogiéndola por una brazo. Dejábase llevar ella, como la cosa más natural del mundo.

Manifestó Benina a la Pitusa que era un dolor mandar al Hospital a tan ilustre señorón, y que ella se determinaría a llevarle a su casa, ... Hirió la mente de la anciana una atrevida idea, y con la resolución que era cualidad primaria de su carácter, se apresuró a ponerla en práctica con toda prontitud. «¿Quieres oírme una palabrita? dijo a la Pitusa, cogiéndola por el brazo para sacarla de la cocina.

Palabra del Dia

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