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Actualizado: 23 de junio de 2025


Allí se detuvo y volvió la vista atrás y contempló con semblante risueño a su confesor, que venía tomando precauciones, apoyando con cuidado el pie en los sitios más secos. Tenía el rostro encendido por la carrera, los cabellos revueltos y sus grandes ojos negros brillaban con expresión de vivo placer. ¡Ande usted, cobarde! ¿Tiene miedo a morirse por los pies?

¿Se puede culpar esa reflexion con que el bravo oficial ha procurado sostenerse á mismo, contra la tentación de cobardía? Ese deseo del honor, ese horror á la ignominia de pasar por cobarde, ¿no ha sido en él un sentimiento? ; pero un sentimiento noble, generoso, con cuya fuerza y ascendiente se ha fortalecido contra las asechanzas del miedo, y ha cumplido su deber.

Pensé en ser ladrón, pues contaba con buenas relaciones para emprender la carrera; pero soy cobarde; tampoco podía alquilar mis brazos como matachín, porque son débiles. Pero alquilé mi pluma y mi bilis, y tal fue mi desvergüenza, que hasta tengo admiradores.

De ese modo, cobarde mentirosa, queréis hacer pesar sobre solo la falta; pero os habéis engañado. La cárcel... Callaos, callaos, ¡imprudente! exclamó la condesa . Podrían oíros. ¿Qué pesadilla os ha revuelto de ese modo la cabeza?

Pero viéndole dudoso, con los ojos espantados aún, se levantó, teniendo la niña en los brazos, abrió la puerta y cambió algunas palabras con Jacoba que, en efecto, estaba allí. Después de entregarle la criatura y cerrar, volvió de nuevo a sentarse. ¿Cómo eres tan cobarde, di? No es cobardía repuso él ruborizado. Es que estoy siempre sobresaltado... No lo que me pasa... La conciencia quizá...

El viejo sintió miedo al ver la punta de brasa que la ira encendió en los ojos de Rafael. Acababan de pasar otro puente; entraban de nuevo en la ciudad, y don Andrés en su miseria de viejo malicioso y cobarde, retrocedió como si quisiera ocultarse tras la casilla de los guardias de consumos, librándose de la bofetada que ya veía cortando el aire.

Mas de repente, cuando esta voz tomaba cuerpo y comenzaba a excitar en los ánimos el terror que infunde todo poder oculto y la indignación que inspira toda cobarde añazaga, levantóse otra voz contraria, que nadie supo nunca de dónde salía ni quién la atizaba, y que se extendió, sin embargo, por todas partes, con grandes visos de certeza, a la manera que esparce un pozo subterráneo por todos lados sus húmedas filtraciones... Díjose que en el fondo de todo aquello había tan sólo una intriga galante, que existía en el Juzgado un billetito concediendo una cita y que obraba también en poder del juez una prenda acusadora, perteneciente a la promovedora del crimen: una talma de pieles de castor, marcada por la parte de dentro con una etiqueta negra, en que con letras rojas decía: Worth.

¡Je, je! El tenorio volvió a reir como el conejo. No era cobarde: al contrario, tenía fama de quisquilloso y espadachín: pero, como casi todos los valientes, necesitaba público. La perspectiva de una muerte oscura a manos de un loco, no le hizo maldita la gracia.

El feo se halla agraciado; el cobarde, humano y benigno; el tonto, lleno de candor y de inocencia; el afeminado, culto; el brutal e intratable, brioso y leal; el insolente, franco; el bajo y adulador, afable y bueno. Así también yo me engañaba. »A veces entreveía yo mi engaño, y me atormentaba la sospecha de mi indignidad.

Su actitud resuelta produjo excelente efecto en la tripulación, turbulenta por naturaleza, pero también muy cobarde. Los pescadores fueron los primeros en ponerse al trabajo, imitándoles los preparadores, los cuales encendieron las fornallas; pero ni unos ni otros trabajaban con la diligencia de los días precedentes.

Palabra del Dia

consolándole

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