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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Esperaban, guardadas en legajos y admirablemente copiadas en letra inglesa, que llegase el día de ver la luz, cuatro novelas, siete dramas, un poema, cinco comedias y un número considerable de poesías líricas, que según sus cálculos podrían formar tres tomos voluminosos.
CURAÇAO. Póngase un litro de alcohol en maceración por espacio de quince días, veinticinco gramos de canela de Ceilán, veinte de naranja seca y cinco de flor de azahar; pasados esos días se hace un almíbar clarificado con medio litro de agua y trescientos gramos de azúcar fino; cuando el almíbar está a punto de caramelo se deja enfriar y ya frío se mezcla con el alcohol y se filtra.
Sonrióse complacido al ver el estandarte de las cinco rosas que ondeaba sobre la aldehuela y con una señal de despedida tomó tras sus arqueros el camino de Pamplona.
El telegrama de los Cuarenta y cinco era distinto muchas veces, pero el apoderado apenas pasaba por él una mirada de desprecio, estallando en ruidosa protesta. ¡Mentira! ¡Todo envidia! Mi papel es el que vale. Aquí lo que hay es rabia porque mi niño quita muchos moños.
Me parece que Momo debería ya estar de vuelta; diez días lleva de viaje. Madre contestó Dolores , hay mucha tierra que pisar hasta Madrid. Manuel dice que no puede estar de vuelta sino de aquí a cuatro o cinco días. Pero ¡cuál no sería el asombro de ambas, cuando de repente vieron ante sí con aire azorado y mal gesto al mismísimo Momo en persona! ¡Momo! exclamaron las dos a un tiempo.
Era como una catedral; pero una catedral blanca, nítida, luminosa, con sus cinco naves separadas por tres hileras de columnas de sencillo capitel. Agrandábase el ruido de los pasos lo mismo que en un templo. Las bóvedas tronaban con el sonido de los voces, repitiéndolas ensanchadas por el eco.
Se levantaba á las cinco y media de la mañana; á las seis bajaba á la capilla, leyendo durante media hora aquel libro que le acompañaba siempre: después meditaba una hora, oía misa y tomaba el desayuno, descansando hasta las diez ó paseando por la tranquila huerta que los buenos padres ponían á su disposición.
El terrible griego estaba allí, y á pesar de la admiración que Spadoni tributaba á su gloria, lo trató con implacable hostilidad. «¡Banco!», dijo al verle en su silla de banquero con quince mil francos delante. Y al presentar sus cartas, «abatió nueve», mientras el pobre Spadoni sólo tenía cinco. ¡Adiós los quince mil!
Sus criados no vieron nada de extraordinario y su imprudente paso quedó ignorado de su marido. Hacia las cinco de la mañana acababa de adormecerse, quebrantada por el cansancio y las emociones, cuando la despertó un ruido que se sentía arriba de su cabeza. Sentía pasos y roces sordos, sobre el piso; comprendió que su marido procedía anticipadamente a los preparativos del viaje.
No había modo de despertarlo, y son las cinco. Repito, coronel... iba a continuar más irritado que nunca, aunque medio helado el cuerpo, cuando me interrumpió Tarlein apartándose de la mesa y diciéndome: Mire usted, Raséndil. El Rey yacía tendido cuan largo era en el suelo. Tenía el rostro tan rojo como el cabello y respiraba pesadamente.
Palabra del Dia
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