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Actualizado: 12 de julio de 2025


Todos ellos miraban con indiferencia la basílica habitada por la «señora blanca». Su única preocupación era pedir cigarros y dulces. Al verse agasajados por la raza dominadora de sus países, se enorgullecían, atreviéndose á todo, como niños revoltosos.

El escritorio era lindo y pequeñito, como los que usan las señoras; butacas de formas diversas, forradas de telas preciosas; una fumadora; candelabros de plata tallados en el siglo pasado; las paredes forradas de damasco encarnado; en el balcón persiana de estilo modernísimo; sobre una butaca un sombrero cordobés de alas anchas y rectas; en el suelo un par de botas de montar, con las espuelas puestas aún; sobre el escritorio, en vez de papeles, un cajón abierto de cigarros habanos y un revólver niquelado.

Núñez con astucia cambió en seguida la conversación. Las señoras dieron permiso para encender los cigarros y, con asombro de Elena, la condesa aceptó un cigarrito de tabaco turco que Narciso le ofreció. ¿Y dónde anda ahora Menelao, amigo Gustavo? preguntó con sonrisa insolente el vizconde de las Llanas. Núñez se turbó levemente y echó una rápida mirada de reojo a Elena.

Sentados en las blandas almohadillas de un diván, los dos amigos encendieron sus cigarros en silencio, y luego el marino, sin petulancia, con una sinceridad admirable, reanudó su relato: Pues Carmencita me quería, chico; ¡vaya una tentación!

Por eso me inclino yo á creer que los más criminales han de haber recibido muy poco; y que los medianamente criminales han de haber recibido algunos cajoncillos de cigarros puros, pinas en conserva y pasta de guayaba, con ó sin tropezones. Lo cierto es que yo he conocido y conozco gran multitud de nuestros personajes políticos. Los que son ricos sabemos perfectamente de dónde procede su riqueza.

Poco después Tablas y Salvador se saludaban en la sala. Hablaron con interés un largo rato, y al fin dijo López: Vámonos al café, y almorzando hablaremos de eso despacito. Aquí no se puede hablar de nada. Nazaria es muy re-curiosa, y todo lo quiere saber. Se fueron. En la escalera hallaron al fenómeno, que después de haber subido para llevar los cigarros al Sr.

Pero el militar hizo un gesto de indiferencia, como si le ofreciese un juguete. Nunca había sido tan rico como en el momento presente. Tenía mucho dinero en París y no sabía qué hacer de él: de nada le servía. Envíeme cigarros... Son para y para los camaradas. Recibía grandes paquetes de su madre llenos de víveres escogidos, de tabaco, de ropas.

¡Mozo!.. gritó Melchor. ¡Vengo! repuso éste, alzando la voz. ...Y cigarros. ¡Conforme! Estaba pensando que hemos hecho una zoncera en quedarnos aquí. Efectivamente; habríamos tenido tiempo de dar una vuelta por la ciudad. Lo han pensado tarde, porque ahí tocan la campana dijo Melchor, agregando: ¡Lo que se ha perdido el Bragado!...

Los dignos individuos que con la lengua de metal rendían tributo de admiración y entusiasmo a los redactores del Faro, fueron obsequiados por éstos con vino de Rueda y cigarros. La alegría rebosaba de todos los pechos y se desbordaba en abrazos tan fuertes como espontáneos. Don Rosendo abrazaba a Navarro, Alvaro Peña a don Rudesindo, don Rufo a Sinforoso, y don Pedro Miranda al impresor Folgueras.

Sacerdotes y flamines del templo de la Ninfa son los mozos del Casino, que a la menor señal, a un movimiento de labios, acuden tácitos y prontos con lo que se desea: cigarros, periódicos, papel, refrescos, hasta las aguas, que traen a escape, en un tanque vuelto boca abajo sobre un plato, a fin de que no pierdan su preciosa temperatura ni sus gases.

Palabra del Dia

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