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Actualizado: 3 de junio de 2025
Maltrana besó aquel hermano inesperado que de repente surgía en su familia; vio en el lío de ropas mojadas y malolientes una cabeza enorme sobre un cuello delgado; un cuerpecillo débil que anunciaba una fealdad igual a la suya. Desde entonces dividió sus caricias entre el chiquitín y el pobre Capitán, que parecía celoso de este huésped que monopolizaba todas las atenciones de la familia.
Pues ¿y el árbol? Está formado de ramas de encina y cedro. El solícito amigo de la casa que lo ha compuesto con gran trabajo, declara que jamás salió de sus manos obra tan acabada y perfecta. No se pueden contar los regalos pendientes de sus hojas. Son, según la suposición de un chiquitín allí presente, en mayor número que las arenas del mar.
Partiéronse a Valladolid marido y mujer, durándoles bastante tiempo la amargura de no llevarse al chiquitín con sus hermanos; pero a los cuatro meses se consolaron algo, porque doña Manuela volvió a declarar que estaba en cinta. El cambio de aires debió tener la culpa. Antes del año, don José era padre de otra criatura.
Eva, con sus ojos de mujer curiosa, no tardaba en descubrir la carita mofletuda que le estaba espiando medio oculta en las espesuras del follaje. Entonces, iniciando una de sus más hermosas sonrisas, lo llamaba: Oye, chiquitín, ¿vienes de allá arriba? ¿Cómo está el Señor? Viéndose descubierto, el niño celestial se aproximaba hasta dejarse caer sobre las rodillas de nuestra madre.
Desde entonces estoy fabricado con algo muy duro: soy de acero, soy de bronce. «Sólo puedes contar conmigo, pobrecito le dije al pequeño . No tienes a nadie más en el mundo, pero yo trabajaré por ti». Fui tímido y flojo para defender a la madre; pero el chiquitín me dio una fiereza de tigre... Esta segunda parte de mi vida la conoce usted mejor que la otra.
Era el muchacho el más guapo adolescente que puede soñar la fantasía; y si de chiquitín se parecía al Amor antiguo, la prolongación de líneas que distingue a la pubertad de la infancia le daba ahora semejanza notable con los arcángeles y ángeles viajeros de los grabados bíblicos, que unen a la lindeza femenina y a los rizados bucles asomos de graciosa severidad varonil.
A corta distancia les seguía un carruaje y a pocos pasos les precedían un niño y un lacayo: el primero lujosamente vestido, y el segundo ocupado en ir cortando los tallos y la hojarasca de una vara para que el chiquitín jugase. De pronto, Sacramento, preguntó a su hermana: Pero mujer, ¿qué tienes? ¡Parece que vas tonta!
Don Román me recibió cariñosamente, como de costumbre: ¡Gracias a Dios! me duele en el alma que te vayas; pero ¿no es cierto que de cuando en cuando vendrás a visitarme? Eres mi único amigo. ¿Quién me hubiera dicho que tú, el chiquitín que yo conocí de este tamaño, que cabía en un azafate, sería mi amigo?
Esta sería la ocasión de pensar en el de los niños: Enrique y Pedro podrían venirse con él a Madrid, y Luisito, el chiquitín, su niño querido, su ojito derecho, podría quedarse allí hasta que se graduara de bachiller... Pero de esto ya hablarían despacio, porque pensaba... ¡Ah!, pensaba... ¿No lo había ella adivinado?... ¿El corazón no se lo había dicho?
El niño fue a levantarse, pero no pudo; su hermanito se lo estorbaba. Levanta, Rafaelito. El chiquitín no se movía. ¡Levanta, Rafaelito! Miguel lo cogió entre los brazos y lo puso en pie; pero al ver que no se tenía, exclamó en alta voz: ¡Este niño está yerto! ¡Qué atrocidad! Y comenzó a sacudirlo y a frotarlo.
Palabra del Dia
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