Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 28 de noviembre de 2025
Los balcones estaban cerrados, tal como los había encontrado al llegar, y el ambiente se llenaba de humo, se hacía irrespirable, sin que él se diese cuenta de ello. Mucho después de medio día, cuando los empleados se deslizaron sin ruido para ir á comer á sus casas, volvió á trotar el criado hacia el despacho, atraído por el timbre. Dile al capitán que suba dijo el millonario.
Lo tengo tan presente, que si fuera pintor podría hacer su retrato de memoria y con los ojos cerrados: petizón, piernas cortas, movible como una ardilla, muy cabezón, largos cabellos ensortijados y una frente ancha y espaciosa que revelaba todos sus talentos.
Sea por torpeza o por desfallecimiento, la prenda se escapó de las manos de Magdalena. Dio un paso, se tambaleó primero hacia atrás, luego hacia adelante y cayó en mis brazos desvanecida. La agarré, la sostuve algunos segundos así, pegada contra mi pecho, la cabeza vuelta, los ojos cerrados, los labios fríos, medio muerta y enajenada al influjo de mis besos.
Teresina creyó que el recado de las señoritas de Guimarán era cosa grave, y merecía la pena de infringir la regla general. Están ahí de parte de la señora y señoritas de Guimarán.... ¡De Guimarán! dijo el Magistral que estaba despierto, aunque tenía los ojos cerrados. ¡De Guimarán! Tú estás loca... dijo doña Paula muy bajo.
El anciano Materne, con la mano extendida, señalaba a lo lejos, muy a lo lejos, un punto blanco, casi imperceptible, en medio del pinar, diciendo: ¿Reconocéis aquello, hijos míos? Los tres miraron con los ojos medio cerrados. Es nuestra casa respondió Kasper.
En el largo trecho comprendido entre la plaza de Antón Martín y la fuente de la Alcachofa, apenas transitaba gente; los balcones estaban cerrados, como si el sol y la fiesta hubieran arrancado a todo el mundo de su casa; no se oían más ruidos que el lento campanilleo de algún carro y el silbar entrecortado y rápido de las locomotoras que maniobraban en la estación del Mediodía.
La niña escuchaba siempre con los ojos cerrados. Ramoncito, cada vez más inflamado, al terminar esta brillante enumeración se inclinó hacia su adorada y le preguntó en voz baja y conmovida: ¿Me quieres, preciosa, me quieres? La niña no contestó. ¿Me quieres? ¿me quieres? volvió a preguntar. Esperancita, sin abrir los ojos, respondió al fin secamente: No. #Una que se va.#
Se dejó caer en una silla: puso ambos puños cerrados en su cara y en sus rodillas ambos codos, y así permaneció más de media hora sumido sin duda en un mar de reflexiones amargas. Cualquiera, si le hubiera visto, hubiera sospechado que acababa de asesinar a Pepita. Pepita, sin embargo, apareció después.
El señor Le Bris se había levantado para ofrecer su silla a la pobre mujer que corría sin descanso desde por la mañana. Con los codos sobre la cama, frente a frente del duque, escuchó con los ojos cerrados todo lo que aquél quiso decirle. El viejo, inconstante como un hombre cuya razón vacila, había olvidado sus propias objeciones.
El aya estaba sentada en su cuarto con la cabeza baja y los ojos cerrados. De cuando en cuando, su pecho se alzaba y dejaba escapar un triste suspiro. Por fin irguió lentamente la cabeza y dirigió una mirada extraviada al espacio. Una triste sonrisa vagó por sus labios; la expresión de su rostro era mezcla de sufrimiento, resignación y desprecio. Muy luego, sus sentimientos tomaron otra dirección.
Palabra del Dia
Otros Mirando