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Actualizado: 26 de junio de 2025


¿No oyes lo que te dice el señorito? preguntó sosegadamente el padre a la hija. Oi-go, siii-see-ñoor, oi-go-tartamudeó la moza, comiéndose los sollozos. Pues a hacer la cena en seguida. Voy a ver si volvieron ya las otras muchachas para que te ayuden. La Sabia está ahí fuera: te puede encender la lumbre. Sabel no replicó más. Remangóse la camisa y bajó de la espetera una sartén.

El caballo que debía haber llegado á Madrid con su jinete, es decir, con el venturoso que de tal modo os hace desventurada, antes del medio día, llegó á la noche; Francisco Martínez Montiño, que debió haber estado en su casa, y recibido á su sobrino postizo á la hora de la cena del rey, estaba dando un banquete de Estado al duque de Lerma. Las circunstancias eran además gravísimas.

Después de la cena se reunían todos en casa del padre, y mientras los cuatro hombres, sentados en tajuelas frente al fuego, departían gravemente sobre la faena del día siguiente, la madre y la hija, hilando un poco más allá, no perdían de vista á los niños que correteaban por la vasta cocina. Al cabo se rezaba el rosario.

Cuando por la noche volvió a su casa, todo estaba tranquilo; pero don José, al empezar la cena, sufrió un acceso violento, y fue necesario acostarle: Tirso hizo ademán de ir a coger uno de los brazos de la butaca para conducirlo a la alcoba con Pepe, pero éste le contuvo con sólo una mirada. Después, entre él y Leocadia, empujaron el sillón.

La cocina parecía un puesto de la Plaza Mayor y el comedor una tienda de ultramarinos. ¡Cómo se iban a poner el cuerpo! ¡Y qué tristeza tan honda sentía la pobre Severiana! Haría la cena, la serviría, fregaría... y luego tendría que acostarse sin dar un beso a su hija.

Poco á poco se fué reduciendo el pelotón por ir deteniéndose cada cual á la puerta de su casa. Octavio no se fué á la suya hasta después de acompañarlos á todos. Ya sabemos el trabajo que le costaba despedirse de un concurso. Cuando llegó á ella, su madre le esperaba y la cena también. D. Baltasar se había ido á la cama.

Como quiera que no sea el objeto principal de este artículo retratar al hijo mayor del tío Jeromo, hago caso omiso de todo el diálogo promovido por su despecho contra el mayorazgo, y vamos á seguir con nuestro asunto comenzado, asistiendo á la cena de esta honrada familia en la noche de Navidad.

Sentáronse a la mesa en la hora de la cena; pero nadie probó bocado, absorbidos, quiénes en altas y graves ideas, quiénes en pensamientos frívolos y galantes... Y a las once en punto de la noche, presentábanse todos ante la escalinata de Palacio.

Al día siguiente Recalde fué a su casa a las siete, y pidió la cena. No está la cena le dijo su mujer. ¿Cómo que no está la cena? Ayer mandé que para las siete estuviera la cena. ; pero la chica no puede hacer la cena hasta las ocho, porque tiene que estar con el niño. Pues se le despide a la chica. No se le puede despedir a la chica. ¿Por qué?

Después de la cena, luego que los empleados se retiraron a sus habitaciones, me fui a la sala, abrí el balcón, y sentado en una mecedora, gozando del fresco de la noche, una hermosa noche de luna, me puse a pensar en Linilla. ¡, , ella sería la dulce compañera de mi vida!

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