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Actualizado: 15 de junio de 2025


A fin de que no puedan verme; y hablo muy bajo, á fin de que no puedan reconocerme por la voz. Nadie escucha ni observa lo que se dice ni lo que se hace en mi celda. ¿Olvidáis que la Inquisición quiere teneros tan cerca que os tiene á su cabeza? ¡La Inquisición! ¡la Inquisición es mía! ¿Y no teméis que sea más bien del duque de Lerma?

Para Guiomar su aposento, inmediato al oratorio, tenía austeridades de celda, y cuando cruzaba las demás habitaciones, parecía visitar una casa extraña, dejando tras como flotante congoja.

Perdonadme, señor Alonso, si no os he escuchado como debiera dijo el padre Aliaga que se impacientaba , pero estoy enfermo. ¡Enfermo! ; por cierto, tengo vaguedad en la cabeza, frío en los pies... la celda me anda alrededor. ¡Ah! perdonad... yo no sabía... llamaré... No, no... me voy á acostar... con vuestra licencia... ¡Oh! lo siento mucho, no os descuidéis... Esto pasará.

Deseo que lleves en tu compañía a alguien de toda mi confianza, que sabrá, sin duda, conquistar la tuya y que vendrá a ser como tu criado, paje, escudero y secretario todo en una pieza. ¿Y quién va a ser ese acompañante que me designas? El hermano Tiburcio que está presente contestó el Padre Ambrosio . Más gana tiene él de correr mundo que de estar metido en su celda.

Y otras veces se levantaba del sillón, como si le quemase: se apretaba las sienes con las dos manos, andaba a pasos grandes por la celda, y parecía como si tuviera un gran dolor. Era que estaba escribiendo, en su libro famoso de la Destrucción de las Indias, los horrores que vio en las Américas cuando vino de España la gente a la conquista.

El Padre Ambrosio se oyó llamar, reconoció la voz de Fray Miguel, no pudo resistirse al imperio con que este exigía que le oyese, se vistió el hábito y le abrió la puerta refunfuñando. Entró en la celda Fray Miguel, colocó su lamparilla sobre la mesa, donde había papeles y libros, y la misma calavera y el mismo crucifijo que la primera vez que allí había entrado.

En seguida fue a buscar al hermano Gabriel. ¡Se van! le dijo bañada en lágrimas. ¡Gracias a Dios! repuso el hermano . Bastante han echado a perder las losas de mármol de la celda prioral. ¿Qué dirá su reverencia cuando vuelva? No me ha entendido usted dijo la tía María, interrumpiéndole . Quienes se van son don Federico y su mujer. ¿Que se van? dijo fray Gabriel ; ¡no puede ser!

Era una celda de ermitaño, como tantos otros sitios antiguos de retiro y contemplación que hay en la vieja Italia, y acto continuo, al pasar por delante de las rocas y descender cautelosamente por la senda, abriose la puerta, y salió de la ermita un monje, en el que reconocí, con gran sorpresa mía, al corpulento y barbudo capuchino, fray Antonio.

Con el humo que se levantó en la celda llenándola toda, sintió picor en los ojos y salió como quien llora.

Doña Ana ; clavados los ojos en la hija del Comendador, olvidada de todo lo que estaba fuera de la escena, bebió con ansiedad toda la poesía de aquella celda casta en que se estaba filtrando el amor por las paredes. «¡Pero esto es divinodijo volviéndose hacia su marido, mientras pasaba la lengua por los labios secos.

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