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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Ni con sus humildes rezos, ya en el templo solitario, ya en su mezquina celda, había contribuido Fray Miguel a ninguna de las altas empresas que se habían llevado a cabo.

Pensando en esto, que tanto le ayudaba a combatir su desaliento, vio entrar a D. José, el cual venía muy erguido, con los ojos animadísimos, la sonrisa en los labios, y en su rostro una expresión particular y desusada que alarmó a Isidora. Sentándose en el único sillón que en la celda había, el anciano la contempló con éxtasis. ¿Qué había en él? ¿Estupidez o desvarío?

La viva luz que iluminaba la puerta del mesón, las carcajadas que desde ella se oían y el rumor de vasos entrechocados hicieron vacilar un momento al inexperto viajero, que hasta entonces había pasado sus noches en la pulcra y callada celda del convento.

Oraba por el alma del difunto rey don Felipe; se abrió la puerta de mi celda, y entró el superior; traía un papel en la mano, y en su rostro había no qué de particular, una alegría marcada. Venía á darme una noticia que á otro hubiera llenado de alegría y que á me aterró. ¿Y qué noticia era esa?

Aquella era la puerta por donde debía salir Alonso del Camino, y por la que salió descolgándose por el balcón á la huerta del convento. Apenas había cerrado el balcón el padre Aliaga, cuando se abrió la puerta de la celda, y apareció la cabeza del hermano Pedro. Un gentilhombre que viene de palacio dijo , quiere hablar con vuestra paternidad.

Estuvo oyendo mucho tiempo el ruido de sus pasos, despues entró en su celda y esperó que apareciera en la calle. Vióle, en efecto, oyó que decía á un compañero que le preguntaba á donde iba: ¡Al Gobierno Civil! ¡Voy á ver los pasquines y á reunirme con los otros! El compañero, asustado, se quedó mirándole como quien mira á uno que se suicida y se alejó corriendo.

Vegallana tenía en mucho la severidad de su despacho; nada más serio que el roble para casos tales. La «sobriedad del mueblaje» rayaba en pobreza. ¡Mi celda! decía el Marqués con afectación. Daba frío entrar allí y Vegallana entraba pocas veces. De las paredes del salón de antigüedades pendían tapices más o menos auténticos, pero de notoria antigüedad.

Por esto á todos indignó el saber en 1637, que á persona tan respetable le hubieran robado la cantidad de 2.000 ducados en su celda, y más, porque el autor del robo había sido un fraile lego que le servía, y el cual desapareció súbitamente, sin que fueran de resultado alguno las pesquisas activas que se llevaron á cabo por encontrarle.

Y cuenta que las tales señoras prendadas de San Vicente, se desataron mil veces más contra el santo que contra Ignacio se desató la Duquesa. Baste recordar que una vez cuando San Vicente volvió a su celda, se encontró metida en su cama a la linda dama que le pretendía.

Después de haber cumplido la penitencia que el prior le impusiera por haber quebrantado la regla, penetró en su celda, para probar ligero descanso. Al poco tiempo, tocaron a maitines, y el fraile quiso levantarse de su duro lecho, mas se nubló su vista, y sintió desfallecer... Y su vida fué apagándose lentamente....

Palabra del Dia

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