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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Luego, aquella sobrehumana mujer, poniendo la reliquia entre dos platos de roble, se lo llevó consigo a la celda. Al siguiente día, el inconfundible perfume que embalsamaba los claustros, denunció el sublime sacrilegio.

Pero se arrepintió bien pronto de su ligereza, cuando sintió sobre una mirada fulminante y oyó una voz severa diciéndole: Hermano, durante un mes tendrá su celda por encierro y ayunará á pan y agua. Desde hoy comienzan la reclusión y el ayuno. Váyase en paz.

El padre Aliaga calló y siguió paseándose lento y solemne por la celda con la carta de doña Clara arrugada entre las manos... Pasó algún tiempo. Oyéronse al fin pasos en el corredor. Pasos tardos y acompasados. Se abrió la puerta de la celda y apareció el hermano Pedro. Aquel lego en quien el padre Aliaga tenía tanta confianza.

Desde que se retiró a su celda Fray Miguel de Zuheros, hasta que pasaron los tres días y se cumplió el plazo señalado por el Padre Ambrosio, la agitación del ánimo de Fray Miguel fue grandísima y apenas le dejó pocos instantes de reposo. Su sueño fue breve y lleno de extrañas visiones.

El alguacil del Santo Oficio le había llevado en derechura al convento de Atocha, le había metido en la celda, y se había quedado guardándole por fuera. Cuando se vió allí Montiño, respiró un tanto.

Parecía que le habían arrancado a su celda y a sus libros con gran trabajo, que entraba allí con repugnancia, sólo por hacer algún bien con el contacto de su sabia y virtuosísima persona a aquellos buenos señores de Calderón, de quienes era director espiritual. Sus hábitos y sotana eran finos y elegantes; los zapatos de charol con hebilla de plata; las medias de seda.

Vamos dijo Cordero sonriendo , que bien podría entrar el arado en la celda de usted.... Esto es un campo. Los árboles que nacen aquí no se ven replicó gravemente el jesuita cortando las bromas . Vamos a otra cosa. Ya a lo que viene usted.... Siento decirle que no hay nada. ¿No hay noticias? Ninguna. Cordero cerró el pico y apretó los labios.

El capista se encogió de hombros; Isagani de mala gana le siguió. El P. Fernandez, aquel fraile que vimos en Los Baños, esperaba en su celda grave y triste, fruncidas las cejas como si estuviese meditando. Levantóse al ver entrar á Isagani, le saludó dándole la mano, y cerró la puerta; despues se puso á pasear de un estremo á otro de su aposento. Isagani de pié esperaba á que le hablase.

Un Ecce-Homo, al óleo, á quien cuadraba el refrán de á mal Cristo mucha sangre, era la única pintura que adornaba los muros de la celda. No faltaban, en cambio, otros más naturales adornos.

El Provincial quiso buscar el dinero en la celda de los religiosos, haciendo escrutinio en ellas; y bien fuese por alguna sospecha, ó por poco afecto que le tuviese, ó por dar ejemplo para que los otros no se excusasen, ni lo sintiesen, empezó por la celda del maestro Vilches.

Palabra del Dia

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