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Esta era la verdad, y al suponerla doña Clara, sintio lo que nunca había sentido: la dolorosa é insoportable sensación de los celos. Y como los celos nunca son hidalgos, ni se detienen ante nada, tomó una pluma y escribió una larga carta en que acusaba ante el inquisidor general á Dorotea y á Gabriel Cornejo. Poco después aquella carta entraba en la celda del padre Aliaga.

Después que había oído una plática del confesor en la capilla y habían terminado todas las ceremonias, una hermana la llevó a su celda y la dejó sola para que se vistiera el hábito y se pusiera la cofia.

Los ideales, por susto de cuya ausencia se había refugiado Fray Miguel en el claustro, brotaron entonces en el suelo fecundo de España, le cubrieron todo y vinieron a llamar con estrépito en su celda al desengañado solitario.

Yo doy al cuento el escenario de vuestro reino interior. Abierto con una saludable liberalidad, como la casa del monarca confiado, a todas las corrientes del mundo, existía en él, al mismo tiempo, la celda escondida y misteriosa que desconozcan los huéspedes profanos y que a nadie más que a la razón serena pertenezca.

La regla del silencio se observaba con toda escrupulosidad: cada religioso se ocupaba en su celda en la oracion y meditacion, ó en el estudio; los no profesos se dedicaban á las faenas de la labranza y del cultivo; la comunidad solo se reunia en el coro, en el refectorio, en el capítulo y en las aulas.

En esta celda velaban siempre de día y de noche, tres de los Seis, con orden de defender la puerta que daba a la otra celda, en caso de ataque, mientras les fuera posible; pero dado que los asaltantes parecieran próximos a triunfar, Henzar y Dechard, uno de los cuales se hallaba siempre allí, tenían orden expresa del Duque de separarse de sus compañeros, entrar en la celda inmediata y matar al Rey.

No obstante, me sentí con ánimos para emprenderlo, y tomé la resolución de «trabajar a la monja» hasta conseguir que renunciase al claustro o cambiase su celda por otra más amplia donde cupiésemos los dos. Además del ningún enojo con que recibía mis atenciones y galanteos, advertí en ella ciertos síntomas sin duda favorables al cambio de estado.

Tengo le dijo no pocas cosas que confiarle y muchas más que preguntarle a las que quiero que en puridad me responda, sin reserva ni disimulo. Fray Miguel acudió a la cita a altas horas de la noche, entre completas y maitines. El Padre Ambrosio aguardaba en su celda. Sobre la mesa de nogal ardía una lámpara que iluminaba el rostro del Padre Ambrosio. Era el Padre más anciano que Fray Miguel.

El ser que nos ocupa es franco, decidor, leal, caballero; participa de las buenas cualidades del mundo y el recogimiento ascético de la celda. Es, y esta es su principal cualidad, español por excelencia, y todas sus tendencias, lo mismo las que desarrolla en la plática, como en el púlpito, como en el hogar, tienden á la consolidación y bienestar de la colonia.

Mi tío era un alfeñique delante de una mujer bonita. Decir que se derretía sería poco, se revenía, se volvía una celda de miel.