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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Si se están batiendo en Andújar, a estas horas deberíamos estar nosotros cayendo sobre la retaguardia francesa; mientras que si nos ponemos en marcha esta noche y llegamos mañana, sabe Dios...
Aquel rebaño sucio, miserable y asustado, con la palidez del hambre en las carnes y la locura del terror en los ojos, era la piratería del Mercado, los parias que estaban fuera de la ley, los que no podían pagar al Municipio la licencia para la venta, y al distinguir a lo lejos la levita azul y la gorra dorada del alguacil, avisábanse con gritos instintivos, como los rebaños al presentir el peligro, y emprendían furiosa carrera, empujando a los transeúntes, deslizándose entre sus piernas, cayendo para levantarse inmediatamente, abriendo agujeros en la masa humana que obstruía la plaza.
Del un fuerte los nuestros han salido, Metiéndose en un grande y alto mato: Los ingleses al fuerte han acudido, Del otro fuerte vienen al rebato, Del mato vuelven ya con alarido; Duró la cruda guerra grande rato, Cayendo los ingleses luteranos Sin muerte, ni herida de cristianos.
Veo que distraídamente voy cayendo en el mismo defecto que en el padre vicario censuro, y que no hablo a Vd. sino de Pepita Jiménez. Pero esto es natural. Aquí no se habla de otra cosa.
Dicen que le encontraron con la cabeza apoyada en las manos, seco, rígido y sin sangre. No puedo pintarte el horror que me causó lo que vi. Le habían incorporado en el asiento. Toda la pechera de la camisa estaba manchada de sangre, la barba llena de cuajarones... los ojos abiertos. De la puerta me volví, y no sé cómo llegué al taller, porque me iba cayendo por el camino; tal impresión me hizo.
Entonces me voy, con su permiso; aun no hice hoy la visita en Luzmela, y está cayendo la noche. ¿Cuándo quiere usted que vuelva? Ya habían anunciado a don Juan y a don Pedro, cuando don Manuel respondió: Ven mañana temprano; te espero en mi despacho a las nueve, y te quedarás a comer. Los dos hombres se estrecharon las manos fervorosamente, y Salvador hizo un breve saludo a los recién llegados.
Todo llega por fin... Que tenga usted grandes éxitos, señor diputado. Y acercando a su boca el perfumado fruto, clavaba en la dorada carne sus dientes blancos y brillantes. Cerraba los ojos con delicia, como embriagada por la tibia dulzura del jugo. Crujían los gajos entre sus dientes, y el líquido de color de ámbar rezumaba, cayendo a gotas por la comisura de los labios carnosos y rojos.
Con voz baja y alterada por la emoción dijo: ¡Que no sepa papá esto! Y la camisa de batista se deslizó por el cuerpo, deteniéndose un instante en las caderas y cayendo después pausadamente al suelo. Quedó desnuda. Genoveva la contempló con ojos extáticos y la joven sintiose un poco avergonzada. No te enfadarás conmigo, ¿eh, Genovita? preguntó sonriendo.
Y después la palabra terrible como un latigazo: «¡Vete!»; como a un lacayo que osa atreverse a su señora, y la verja, cerrándose a sus espaldas con estrépito cayendo como una losa de tumba entre él y la artista. No volvería: le faltaba valor para arrostrar su mirada.
Podéis fiaros de mí, señor dijo el pescador cayendo de rodillas . No soy un traidor, os lo juro, y os serviré fielmente. Te creo. Está bien; colócate junto a la lantaca y si los australianos se arrojan al agua haz fuego contra ellos. Gracias, Capitán respondió el chino . Me haré matar si fuera preciso; pero ninguno de esos malditos negros se acercará al junco.
Palabra del Dia
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