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Actualizado: 2 de junio de 2025
Bien vista la cosa no era para tanto, y acaso he pasado días muy amargos sin que hubiese motivo para ello. El día que nos veamos te contaré todo. ¿A qué perder el tiempo en referir cosas desagradables? No te pongas a cavilar en esto. Chismes villaverdinos... y ¡nada más! «Debo decirte que hace tres días me separé de la casa de don Juan.
Ahora dime la buenaventura exclamó el ladrón, tendiéndome la mano. Me puse á cavilar. Si muero para esa fecha, quedarás libre. ¡Muchas gracias! Y me arrepentí de haber echado tan corto el plazo. Quedamos en lo dicho: fuí conducido á la cueva, donde me encerraron, y Parrón montó en su yegua y tomó el tole por aquellos breñales... ¡Todo lo contrario, mi General!
Pues debo esa bendita limosna a D. Romualdo Cedrón... le he conocido en San Andrés, donde dice la Misa... Sí, señora: D. Romualdo, que es un santo, para que lo sepa... Y ya estoy segura, después de mucho cavilar, que no es el D. Romualdo que yo inventé, sino otro que se parece a él como se parecen dos gotas de agua.
Su esposa no cesaba de cavilar y de calentarse el cerebro, ya contando horas y minutos, ya imaginando obstáculos, o bien discurriendo el modo de ir al encuentro de su cara mitad, cosa harto difícil ciertamente por no saber qué camino traía. El cólera había llenado de consternación y luto el alma de la señora, afectando también a sus leales amigos.
Me di a cavilar que con mis favores amistosos, aunque concedidos sin malicia, con mi dulce abandono cuando le tenía a mi lado, con el mal disimulado placer con que yo oía sus requiebros, y hasta con mi reír y burlar cuando me hablaba de su cariño, había sido yo una desalmada coqueta, que había robado la tranquilidad de aquel señor excelente y había levantado en el mar pacífico de su ya fatigado corazón la más deshecha borrasca.
Por fin un día, tras cavilar y sufrir mucho, determinó escribirle, procurando que sus palabras no acusaran despecho sino amargura. La carta, después de muy pensada, quedó con estas mismas frases y ortografía; bien es verdad que no podían exigirse superiores a quien se crió en un estanco y comenzó a vivir en un teatro de tercer orden.
La de que la madre del toro no sabe rezar. Traga-santos era hombre que se confundía y embrollaba cuando para entender las cosas necesitaba cavilar un poco. Así fué que se hizo un ovillo cuando se puso á cavilar para entender lo que el señor Cura Párroco le había querido decir con aquel cuento.
En fin, todo me volvía cavilar, cavilar, sin sacar nada en limpio... Entonces dije: voy a darle un susto esta noche... Ha sido un susto muy agradable. Si no llega V. a pararse delante de mi casa y a quedarse mirando a los balcones, no salgo del portal... pero aquello me decidió. Momento de pausa, en el cual me acudió a la mente un tropel de pensamientos que todavía me avergüenzan.
Después de esta breve conferencia no se disiparon las confesiones ni se calmaron las ansias del insigne Cordero, antes bien, se dio a cavilar más en el silencio de la noche, buscando entre sus recuerdos alguna sentencia del ginebrino que iluminase un poco sus tenebrosos pensamientos; pero Juan Jacobo no decía nada, y hasta de su querido filósofo y consejero se vio desamparado en tan tristes horas el hombre más bondadoso que por aquellos tiempos existía en el mundo.
Doña Blanca no se calló sobre este punto, y varias veces manifestó al fraile su extrañeza; pero el fraile le contestaba: Hija mía, piensa lo que se te antoje. Yo no quiero calentarme la cabeza explicándotelo. Bástete saber que yo tengo á D. Fadrique por muy amigo, aunque incrédulo, como él me tiene por muy amigo, aunque fraile. Cavilando en ello me asusto, y prefiero no cavilar.
Palabra del Dia
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