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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
En este libro se echaban por tierra todas las mentiras de los enemigos del catolicismo; su falsa ciencia, que no es más que soberbia, sus embustes contra la Inquisición y contra todos los grandes hechos de la Fe, que se presentan como crímenes. Al que lo leía no le quedaba otro remedio que convertirse.
Además, cosquilleaba fuertemente su vanidad la irónica situación que resultaba de ser él, con sus rotundas negaciones religiosas quien pasease ante la muchedumbre devota el Dios del catolicismo. Este espectáculo le hacía sonreír. Casi era un símbolo.
Muchos católicos sueñan con canonizar a Felipe II por la crueldad fría con que exterminaba a los herejes: el tal rey no tenía otro catolicismo que el suyo; era un heredero del cesarismo germánico, eterno martillo de los papas. Arrastrado por la soberbia, bordeaba continuamente el cisma y la herejía.
NOS fray Pedro Jiménez Vaca Concedo libre y seguro pasaporte a don Juan Fernández, de profesión católico, apostólico y romano, que pasa a la villa revolucionaria de Madrid a diligencias propias: deja asegurada su conducta de catolicismo.
Por otra parte, ella no sale nunca sino á misa de diez, y eso..... con su mamá, que es mucho más austera que su papá. Pero, en fin, va á misa..... «¡Oh sublimidad del Catolicismo! Sí; la ve durante treinta minutos; pero ¿cómo la ve? A media luz, con un espeso velo echado sobre el rostro, de perfil, de rodillas, con los ojos clavados en el libro..... ¡Pícaro velo! ¡Pobres rodillas de su alma!
Gabriel estaba seguro de que, a nacer el Vara de plata en la buena época del catolicismo, hubiese llegado a santo al dedicarse a la vida espiritual, o habría desempeñado un excelente papel en la Inquisición al intervenir en la religiosidad militante.
Tanto los sacerdotes regulares como los del clero secular confiesan que la masa del pueblo se halla aún sometida a la superstición heredada de los antepasados, la superstición que podría llamarse genuinamente filipina, la que proviene de las antiguas creencias en el nunu, el asuang y el anito y todos los espíritus de la antigua idolatría, anterior a la implantación del catolicismo por los misioneros españoles.
Arrebatado por su verbosidad seguía soltando cuanto había almacenado aquellos días en su pensamiento. «En vano se cansaba su señoría: España era profundamente religiosa, su historia era la del catolicismo: se había salvado en todos sus conflictos abrazada a la cruz». Y abarcaba todas las grandes luchas nacionales; desde las batallas en que la piedad popular veía a Santiago en su caballo blanco, cortando las cabezas de la morisma con alfanje de oro, hasta el levantamiento de los pueblos contra Napoleón, tras el pendón de la parroquia y con el escapulario al pecho.
Repito que se queden todos dijo la de Rumblar con fúnebre acento . Quiero que asistan a los funerales del honor de mi casa. Asunción, si quieres, no que te perdone, sino que tolere tu presencia aquí, confiesa todo. Me prometió abrazar el catolicismo... me dijo que marcharía de Cádiz para siempre, si no... Yo creí... Basta exclamó Villavicencio . Que se retire a buscar algún reposo esta criatura.
Toda esta parte del discurso la tenía preparada, párrafo por párrafo; una apología del catolicismo, de la fe religiosa unida íntimamente a la historia de España, con arranques líricos y estremecimientos de entusiasmo, como si predicase una nueva cruzada.
Palabra del Dia
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