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La fundación del convento de Carmelitas descalzos, preséntase en la historia en una época mas moderna, y aunque hubo que vencer algunas dificultades para su admisión, se les dio sitio para ello en la misma entrada de la ciudad y fue edificado con la mayor magnificencia, siendo su Iglesia de bella forma, su titular era San José y tenía destinados para su conservación bienes de la noble casa de Castellót, amen de muchísimas limosnas de los fieles, que después eran devueltas a un número considerable de pobres que iban al convento a demandar la caridad.

En una palabra, Magdalena me daba miedo, me dominaba antes de seducirme: el corazón tiene las mismas ingenuidades que la fe: todos los cultos apasionados empiezan así. El día que siguió al de la partida de Magdalena me apresuré a ir a la calle de los Carmelitas. Oliverio ocupaba un cuarto, pequeño, perdido en un alto pabellón del hotel.

El Padre Alesón había dicho a Belarmino que Angustias viviría, hasta el día de la boda, en el convento de las Carmelitas, en las afueras de Pilares. Belarmino solicitó permiso para ir por las tardes a pasear en torno al convento. Siempre que usted me prometa no intentar ver a su hija, yo le concedo permiso. Belarmino prometió y cumplió. Los primeros días llovía irremisiblemente.

Se dice, y todos están conformes en ello, que el padre Gil llevaba a su hija de confesión a un convento de Carmelitas en Astudillo. Pues bien, excelentísimo señor... en Astudillo no hay convento de Carmelitas. ¿Quiere más el tribunal? El discurso fue corto y contundente. Al terminar se sintió un murmullo aprobador, de mal agüero para el procesado.

Los clérigos se arrebozaban con sus lobas; los dominicos, en sus manteos; los franciscanos y carmelitas traían el rostro cubierto bajo la puntiaguda capilla y los brazos cruzados por dentro de las mangas. Ramiro vio llegar a Vargas Orozco con la nariz amoratada por el frío; el paje caudatario le sostenía por detrás la cola superflua.

Existía y estaba, por libérrima y unánime voluntad, suya y de su padre, recoleta en las Carmelitas, adonde la habían conducido el desprecio del mundo exterior y aparente, en el cual ella tampoco creía, y el ansia de una absoluta y perfecta serenidad. Por algo Angustias era hija de Belarmino.

... conoces personalmente al cura de San * y designóle una de las más aristocráticas parroquias de París. ¿El padre D *? Seguramente, es mi confesor. Si no me engaño, ¿es superior de las Carmelitas de la calle d'Enfer? . Te suplico que le escribas dos renglones recomendándome a su amabilidad: deseo ponerme al habla con él.

Un mismo atractivo confundía en aquella época mi presente y mi pasado: entre Magdalena y la condesa De Nièvres no había más diferencia que entre un amor imposible y un amor culpable, y cuando abandoné Nièvres, estaba persuadido de que aquel amor nacido en la calle de los Carmelitas, sucediera lo que quisiera, allí debía ser enterrado.

La señora de Vitré, entre sus dos criadas, vestida, como ellas, con el traje nacional, parecido al hábito de los carmelitas, tenía un aspecto tan imponente como Penélope bordando las túnicas del joven Telémaco. Gastón de Vitré, bello como una joven de veinte años, llevaba la vida ruda y activa de un noble campesino.

En la de Remedio en la desdicha, y en las epístolas á Herrera y á Amarilis, nombra el poeta á una hija llamada Marcela, que á los quince años de edad tomó el velo en la Orden de Carmelitas Descalzas. Como Montalván, al tratar de este punto, la califique de parienta muy próxima de Lope, es de presumir que la hubo fuera de matrimonio.