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Actualizado: 11 de junio de 2025


Es cierto que las horas que aman las rodean de cuantas ternezas caben en el humano corazón, y de cuantos cariños y locuras puede soñar un sér amante.

Varias veces me hizo también ir a su cuarto en ocasión en que no estaba solo, sino con una mujer hermosa y elegante, aunque vestida con descuido, y esta mujer me celebraba de bonita y graciosa, y me hacía mil cariños. Esa mujer sería tu madre interrumpió doña Manolita.

Echose de la cama tal como estaba, y casi a la fuerza, mezclando los cariños con la autoridad, como se hace con los niños, le hizo acostar. Quitole la ropa, le cogió en brazos, y después de meterle en la cama, se abrazó a él sujetándole y arrullándole hasta que se adormeciera.

A esa carta pertenece este párrafo: «Muy hidalgos corazones he sentido latir en esta tierra; vehementemente pago sus cariños; sus goces, me serán recreo; sus esperanzas plácemes; sus penas, angustias; cuando se tienen los ojos fijos en lo alto, ni zarzas ni guijarros distraen al viajero en su camino: los ideales enérgicos y las consagraciones fervientes no se merman en un ánimo sincero por las contrariedades de la vida.

A ambos lados de la vía se extienden bosques de árboles vigorosos, cuyo desenvolvimiento mayor veremos más tarde en las maravillosas riberas del Magdalena. Pero la especie que más abunda es el manzanillo, que la naturaleza, pródiga en cariños supremos para todo lo que se agita bajo la vida animal, ha plantado al borde de los mares, colocando así el antídoto junto al veneno.

Rosita entendía y sentía varios cariños, que no se destruían entre y que se armonizaban lindamente.

Su existencia habría sido tolerable, si no hubiera amado tanto a su marido; pero lo amaba demasiado, y sólo consiguió fatigarlo con sus halagos y cariños. El continuó su vida antigua, que por cierto era bastante desordenada. Así pasaron quince años de eterno martirio, soportado por madama de Lavardens con toda la apariencia de una apacible resignación; resignación que no existía en su corazón.

Su madre le había amado con uno de esos cariños concentrados y feroces que asfixian a fuerza de cuidados. Durante la niñez le tenía preso a sus faldas, sin consentirle tomar parte en los juegos de los demás niños por temor de que se lastimase.

No puedo habituarme a designar con la misma voz a un uruguayo o a un colombiano, que a un alemán o a un ruso. En el corte moral somos iguales, como en el tipo físico, en las maneras, en el calor de los cariños, en la rapidez del entusiasmo, y ¿lo diré?, en la ligereza con que nos formamos opinión sobre las cosas y sobre los hombres.

Una viejita, que venía apoyada en su palo, le trajo un escapulario de la Virgen, y una guapa muchacha, con un hijo a la espalda y otro en brazos, llegó con su marido, que era un bello mancebo, a la cabeza de la mula, puso al indito en alto para que le diese la mano al «caballero bueno»; y muchos venían con jarras de miel cubiertas con estera bien atada, u otras ofrendas, como si pudiesen dar para tanto las ancas de la caballería, muy oronda de toda aquella fiesta; y otro viejito, el padre del lugar, mi señor don Mariano, que jamás había bebido de licor alguno, aunque él mismo trabajaba el de sus plantíos propios, llegó, apoyado en sus dos hijos, que eran también como senadores del pueblo, y con los brazos en alto desde que pudo divisar a Juan, y como si hubiera al cabo visto la luz que había esperado en vano toda su vida: «Abrazarlo decía . ¡Déjenme abrazarlo! ¡Señor, todito este pueblo lo quiere como a su hijo!». De modo que Juan, a quien había conmovido aquellos cariños, dejó la finca, dos días después de haber llegado a ella, no bien supo que los indios, a pesar de su esfuerzo, corrían peligro de que se les quitase de las manos la posesión temporal que, en espera de la definitiva, había Juan obtenido que el juez les acordase el juez, que había recibido el día anterior de regalo del gamonal un caballo muy fino.

Palabra del Dia

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