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Actualizado: 4 de junio de 2025


Había días en que el carruaje de don Pablo llegaba entre una nube de polvo, a todo correr de sus cuatro briosos caballos, para depositar en Marchamalo un cargamento de chiquillos, casi una escuela.

El viejo les hablaba del Cristo del Grao, cuya estampa ocupaba el sitio más visible de la cocina, y todos oían como un relato nuevo la llegada por el mar de la santa imagen, tendida sobre una escalera, dentro de un buque que se hizo humo luego de soltar su milagroso cargamento.

¡Hombre al agua! Al cerrar la noche, salió de Torrevieja el laúd San Rafael, con cargamento de sal para Gibraltar. La cala iba atestada, y sobre cubierta amontonábanse los sacos, formando una montaña en torno del palo mayor. Para pasar de proa a popa, los tripulantes iban por las bordas, sosteniéndose con peligroso equilibrio.

Era dueño de buque, y temieron perder su cooperación cuando escaseaban tanto los medios de transporte. Además, el Mare nostrum, por su velocidad, merecía ser empleado aparte, en servicios extraordinarios y rápidos. Quedó en Marsella unas semanas esperando un cargamento de obuses, y callejeó como siempre por la capital mediterránea. Las tardes las pasaba en la terraza de un café de la Cannebière.

El hombre estaba muy contento y dispuso ir al puerto donde estaba el barco y preguntó a sus hijas qué querían que les trajese. A , un vestido de seda, dijo la mayor. Y a , dijo la segunda, un pañuelo bordado. 20 ¿Y , qué quieres? dijo a la hija menor. Yo quiero una flor de lis del huerto que encuentre Vd. en el camino. Se fue mi hombre, llegó al puerto y vendió el cargamento.

Es guapa, pero orgullosa decía la baronesa tronada, que tenía a su marido y a su hijo enamorados en vano de la sobrinita. No fue Ana quien apresuró su resolución, como esperaba Frígilis; fueron las tías que descubrieron un novio para la niña. El nuevo pretendiente era el americano deseado y temido, don Frutos Redondo, procedente de Matanzas con cargamento de millones.

Cuando los protestantes sevillanos tuvieron conocimiento de la llegada de Julianillo, inmediatamente acudieron con gran cautela á ocultar el cargamento, siendo repartidos los libros en el monasterio de San Isidro del Campo, en casa de don Juan Ponce de León y en la de la dama doña Isabel de Baena, ardiente protestante, en cuyo domicilio se reunían con frecuencia los luteranos.

Dueño de completamente y con una hermosa mujer que le escuchaba atenta, hablaba como si fuera para adentro, vaciando el cargamento de ideas más o menos poéticas, de paradojas fantásticas, de conceptos retorcidos que tenía en la cabeza: los exhibía con arrogancia, satisfaciendo su vanidad, deseando tanto ser admirado como amado.

Nadie conocía á Margarita. Todos los días llegaba el tren con un nuevo cargamento de carne destrozada, pero el hermano no estaba entre los heridos. Una religiosa, creyendo que iba en busca de alguien de su familia, se apiadó de él, ayudándole con sus indicaciones. Debía ir á Lourdes: eran allí muy numerosos los heridos y las enfermeras laicas.

Se ensució mucho papel y medio pueblo fué á declarar; pero nadie sabía nada. ¿De qué matrícula era el barco? Silencio; nadie le había visto los folios. ¿Quiénes lo tripulaban? Unos hombres que al varar habían echado á correr tierra adentro. Y nadie sabía más. ¿Y el cargamento? dije yo. Lo vendimos completo. Usted no sabe lo que es la pobreza.

Palabra del Dia

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