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Actualizado: 2 de julio de 2025


Parece que fue buscando minas metálicas que se dio con aquel tesoro por casualidad, encargándose el azar de hacer un curioso epigrama. En efecto, san Cecilio y sus compañeros eran una mina, porque sus restos calcinados han dejado, mediante la fe, muy buenas utilidades...á los capellanes del Monte-Santo. Santafé. Un comisionista en viaje. Loja. La Sierra-Nevada. El valle de Málaga.

Tampoco Julián bajaba sino rara vez a las asambleas, y en ellas apenas descosía los labios, mereciendo por esto que el cura de Ulloa se ratificase en su opinión de que los capellanes atildados no sirven para nada de provecho. No obstante, apenas averiguó el comité que Julián tenía bonita letra cursiva, y ortografía asaz correcta, se echó mano de él para misivas de compromiso.

Bramaba de rabia el demonio viendo desvanecidos sus enredos; por eso puso todo su esfuerzo en empañar el terso esplendor de los procederes de uno de los Misioneros, infamándole con mil calumnias por medio de unos apóstatas que estaban muy sentidos de que les impedía poder saciar el apetito de la carne, con todos los más torpes y sucios placeres del sentido; mas, á pesar suyo, salió triunfante la inocencia de costumbres y fervor de vida apostólica de aquel buen Padre y fué obligado el demonio por entonces á dejar franco el paso al Santo Evangelio en las provincias amplísimas del Chaco, donde no sólo procuran los Jesuitas la conversión de los infieles, sino la reforma de los españoles é indios, acudiendo á confesar y á predicar los fuertes de españoles que por allí hay como San Joseph y Valbuena; y acompañando á los soldados cuando van de las ciudades á sujetar á los bárbaros que continuamente invaden aquella provincia, los sirven de capellanes, exponiéndose á los mayores riesgos y peligros de perder la vida, sin tener cuenta con las suyas; y al mismo tiempo procuran reducir á los que apresan los españoles y bautizar á los párvulos.

Del Castillo de la Aljafería despues de la conquista de Zaragoza por D. Alonso el Batallador: establecimiento de su capilla y dotacion de sus capellanes. Otra época no menos memorable para este castillo principia desde la reconquista.

Dentro de las veinticuatro horas siguientes, las Hijas de la Salve supieron que el más moderno de sus capellanes se había marchado sin despedirse de nadie, haciendo antes renuncia de la plaza que desempeñaba. Doña Manuela y Leocadia fueron las últimas en enterarse de lo ocurrido.

¡Desvergonzado! ¡Puerco! ¡Eso te enseñan en el seminario, gran tuno! ¡Malos diablos te lleven a ti y a todos los capellanes! ¡Ven acá, ven otra vez y verás cómo te arranco esas narizotas podridas!

Certifico con verdad que en veinte y cinco de febrero deste año de seiscientos y quince, habiendo ido el ilustrísimo señor don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que a Su Ilustrísima hizo el embajador de Francia, que vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus príncipes y los de España, muchos caballeros franceses, de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a y a otros capellanes del cardenal mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban más validos; y, tocando acaso en éste que yo estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que, así en Francia como en los reinos sus confinantes, se tenían sus obras: la Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria la primera parte désta, y las Novelas.

El único cabildo eclesiástico que hay en Filipinas se halla en Manila, y consta de cinco dignidades, tres canonjías, dos raciones y dos medias raciones, capellanes de coro, &c.; dotadas con bastante profusion tales prebendas, nada mas justo que reformar sus asignaciones, teniendo presente para ello las que anteriormente disfrutaban en tiempos de la Nao de Acapulco, y sabiendo que emancipadas las Américas, aquellas dotaciones han sido aumentadas con poca razon y justicia.

Varias personas entraron en la sacristía, preguntando cómo se llamaba el predicador. Los capellanes de la casa comentaron el sermón de distinto modo. ¡Muy bien, compañero, eso es poner el dedo en la llaga! Ha estado Vd. un poquito fuerte. Ándese con cuidado, no sea que los liberalitos cometan con Vd. algún atropello. El párroco calificó aquello de imprudencia.

Desde el año de la terrible muerte del rey emplazado , seis capellanes venian cada noche á decir su vigilia á la capilla mayor cabe la regia huesa: como espíritus del otro mundo allí misteriosamente congregados, deslizábanse silenciosos por las largas y tenebrosas columnatas, murmuraban su rezo, y volvian á dispersarse.

Palabra del Dia

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