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Actualizado: 22 de junio de 2025


Bramaba de rabia el demonio viendo desvanecidos sus enredos; por eso puso todo su esfuerzo en empañar el terso esplendor de los procederes de uno de los Misioneros, infamándole con mil calumnias por medio de unos apóstatas que estaban muy sentidos de que les impedía poder saciar el apetito de la carne, con todos los más torpes y sucios placeres del sentido; mas, á pesar suyo, salió triunfante la inocencia de costumbres y fervor de vida apostólica de aquel buen Padre y fué obligado el demonio por entonces á dejar franco el paso al Santo Evangelio en las provincias amplísimas del Chaco, donde no sólo procuran los Jesuitas la conversión de los infieles, sino la reforma de los españoles é indios, acudiendo á confesar y á predicar los fuertes de españoles que por allí hay como San Joseph y Valbuena; y acompañando á los soldados cuando van de las ciudades á sujetar á los bárbaros que continuamente invaden aquella provincia, los sirven de capellanes, exponiéndose á los mayores riesgos y peligros de perder la vida, sin tener cuenta con las suyas; y al mismo tiempo procuran reducir á los que apresan los españoles y bautizar á los párvulos.

Yo no recuerdo haber leído escena tan viva como la del nigromántico, referida con épica dignidad y que produzca efecto, sino una en El Bernardo de Valbuena; pero esto se explica, porque va todo acompañado de un poderoso elemento fantástico que lo dignifica, lo hace simbólico y hasta le da un valor moral. Hablo del tremendo lance de Ferragut con la hechicera Arleta.

Nuestras más caras ilusiones, el amor conyugal, el amor filial son «imágenes de oro bullidoras», como dice Espronceda, que brillan mientras la luz del sol las hiere, pero así que ésta empieza a faltarles se vuelven fantasmas repugnantes, hijos legítimos del pérfido destino, como aquella hermosa doncella que el moro Ferragut, en el poema del obispo Valbuena, tenía entre sus brazos y al caerse la vela vio transformada a la luz de la luna en una flaca vieja con el rostro lleno de verrugas...

En este pasaje pudo echar de ver don Antonio de Valbuena que, contra lo que, sin duda ofuscado, defendió en algún periódico, huésped, como hospes latino, significa, y así lo advierte Covarrubias, tanto el forastero que viene a nuestra casa, o a nuestro pueblo, como el mesonero o el que tiene casa de posadas. En el cap.

Al presente se halla este pueblo en sumo peligro de su destrucción, porque los Mocovíes y Tovas, que hasta ahora han estado enfrenados por el valor del gobernador de la provincia de Tucumán, principal promotor de esta Reducción, ahora vuelven á alzar cabeza; y habiendo muerto á los soldados del fuerte de San Joseph y tenido atrevimiento para sitiar el de Valbuena, se teme que den en este pueblo de San Esteban y le destruyan por estar indefenso; bien que no por esto pierden los Jesuitas las esperanzas de hacer mucho fruto en el Chaco, cumpliéndose la profecía de su primer apóstol San Francisco Solano, que predicó el Evangelio á los Lules, y de quien hay tradición en aquella tierra, que habiendo profetizado la ruina de la ciudad de Eteco, que ha más de treinta años que sucedió, predijo también que se convertirían estos indios del Chaco.

Palabra del Dia

vorsado

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