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Actualizado: 10 de julio de 2025
Aguarda un momento respondió ella con acento de mal humor. Se echó sus pobres vestidos encima, encendió el candil y abrió la puerta. ¿No me has dicho hace un momento que tenías que hablarme? ¡Dí! ¡Ya no me acordaba, rapaz!... No era más que una chanza... respondió ella, humilde al ver el rostro contraído del mancebo. ¿Cómo chanza? exclamó él rebosando ya de cólera. Esto no es asunto de chanza.
Una ventana se abre en lo alto de la torre, sobre la cabeza del hidalgo, y asoma la figura grotesca de una vieja en camisa, con un candil en la mano. El Caballero se ha cubierto los ojos con la mano, y de esta suerte espera a que la vieja se retire de la ventana. El caballo piafa ante el portón, y Don Juan Manuel no descabalga hasta que siente rechinar el cerrojo.
No hizo mucho alto en ello Flora, pero como se tardase demasiado hubo de inquietarse. Se hallaba ésta solitaria y esclarecida débilmente por un candil que pendía de la campana de la chimenea. Jacinto reposaba sobre uno de los bancos al pie del lar y tenía la cabeza metida entre las manos. ¿Qué te pasa, Jacinto? ¿qué tienes, rapaz? le preguntó acercándose á él sonriente.
Miraba amargamente a sus compañeros, a la gente de la gañanía, satisfecha de su ignorancia, que se burlaba de él llamándole el Maestrico, y hasta le tenía por loco viéndole a la vuelta del trabajo deletrear pedazos de periódico o sacar de su faja la pluma y el cuaderno, escribiendo torpemente ante el pábilo del candil. No había tenido maestro: se enseñaba a sí mismo.
Por fin la expedición llegó á las regiones boreales de la casa, á la elevada zona en que el poeta había hecho su nido. Tocaron, y abierta la puerta, nuestros amigos se encontraron frente á frente de una mujer que, con soñolientos ojos y rostro avinagrado, alzaba la mano sosteniendo un candil, próximo á imitar la sabía conducta de los de la escalera.
El cuadrillero, que se vio tratar tan mal de un hombre de tan mal parecer, no lo pudo sufrir, y, alzando el candil con todo su aceite, dio a don Quijote con él en la cabeza, de suerte que le dejó muy bien descalabrado; y, como todo quedó ascuras, salióse luego; y Sancho Panza dijo: -Sin duda, señor, que éste es el moro encantado, y debe de guardar el tesoro para otros, y para nosotros sólo guarda las puñadas y los candilazos.
No vio nada en el horno: habrían huido, y cuando él iba a escapar también, se abrió la puerta de la barraca y salió Pepeta en enaguas, con un candil. La había despertado el trabucazo y salía impulsada por el miedo, temiendo por su marido que estaba fuera de casa. La roja luz del candil, con sus azorados movimientos, llegó hasta la boca del horno.
Mostráronles el uso del hierro y del candil, con que mejoran la vida. Hanles dado moneda para que sepan lo que compran y venden, lo que deben y lo que tienen. Hanles enseñado latín y ciencias, que vale más que cuanta plata y oro les tomaron. Porque con letras son verdaderamente hombres, y de la plata no se aprovechan mucho ni todos. Así que libraron bien en ser conquistados».
Toda su vida parecía concentrada en los ojos hundidos, cada vez más negros, con más luz, como dos gotas de légamo tembloroso en las profundidades de las órbitas amoratadas. Por la noche, Alcaparrón, en cuclillas detrás de ella, huyendo de su mirada para llorar libremente, veía clarear a la luz del candil sus orejas y las alillas de la nariz, con una transparencia de hostia.
Nuestra redención es algo difícil por la continua inmigración de gentes que traen con ellas las malas costumbres de España. Lo peorcito de cada casa, que viene aquí á trabajar y á hacer fortuna. Son intrusos que toman por asalto el noble solar de Vizcaya. Cada vez son más: en Bilbao, hay que buscar casi con candil los apellidos vascongados.
Palabra del Dia
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