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Actualizado: 10 de junio de 2025


Es el caso de dos personas que se opusieran al alumbrado de petróleo, una en nombre de la luz eléctrica y otra en nombre del candil. Los vecinos de Croydon, con una urbanización excelente, creen que deben prescindir de la vacuna. «En vez de vacunarnos dicen dennos ustedes más agua y más aireAquí, en cambio, la alternativa es trágica: o vacuna o viruela.

No consentía la oscuridad distinguir más que sus imponentes proporciones, escondiéndose las líneas y detalles en la negrura del ambiente. Ninguna luz brillaba en el vasto edificio, y la gran puerta central parecía cerrada a piedra y lodo. Dirigióse el marqués a un postigo lateral, muy bajo, donde al punto apareció una mujer corpulenta, alumbrando con un candil.

La mujer y las hijas del arruinado labrador fuéronse con unas vecinas á pasar la noche en sus barracas. El tío Barret se quedó allí, bajo la vigilancia de Pimentó. Permanecieron los dos hombres hasta las diez sentados en sus silletas de esparto, á la luz del candil, fumando cigarro tras cigarro. El pobre viejo parecía loco.

Batistet, en tanto, con una prudencia precoz, cogía la escopeta y á la luz del candil la secaba, limpiando sus cañones, esforzándose en borrar de ella toda señal de uso reciente, por lo que pudiera ocurrir. La noche fué mala para toda la familia. Batiste deliró en el camón del estudi.

Fuera de la alquería, por la parte de la torre, sonaban tiros. ¡Otro ataque al señor, lo mismo que dos noches antes!... Pepet, al escuchar los últimos disparos, pareció alegrarse. Eran de don Jaime: conocía el estampido de su revólver. Pep había encendido el farol que le servía para salir al campo, su mujer cogió el candil, y todos corrieron cuesta arriba hacia la torre, sin pensar en el peligro.

Jacinto lo hizo con todas las precauciones imaginables como si se hallase atacado de un reuma agudo y no pudiese soportar el más leve movimiento. Despidióse de los abuelos que medio dormidos le dieron las buenas noches y muchas memorias para sus padres. Flora desprendió el candil que colgaba de la campana de la chimenea y le acompañó hasta la puerta.

El efecto de estos versos fue instantáneo. Pep, en la densidad de su pensamiento espeso, vio flotar algo como una chispa de fuego, una luminosa adivinación, y extendió las manos imperativamente, al mismo tiempo que se incorporaba: ¡Prou!... ¡prou! Pero era ya inútil que gritase «¡bastanteUn bulto se interpuso entre él y la luz del candil: el cuerpo de Febrer, que se había erguido de un salto.

Vošotros šoys Sal de la tierra: y ši la šal še dešvaneciêre, cõÿ šerá šalada? no vale mas para nada; šino ÿ šea echada fuera, y šea hollada de los hõbres. Vošotros šoys Luz del mundo. la ciudad aššentada šobre el monte no še puede ešconder: Ni še enciende el candil, y še pone debaxo de un almud: mas en el candelero, y alumbra

El marqués se encaró con la moza. ¿No tengo dicho que no quiero aquí pendones? Y ella contestó apaciblemente, colgando el candil en la pilastra de la chimenea: No hacía mal..., me ayudaba a pelar castañas. Tal vez iba el marqués a echar la casa abajo, si Primitivo, con mayor imperio y enojo que su amo mismo, no terciase en la cuestión, reprendiendo a la muchacha.

A veces, en las horas de estudio, el canónigo creía percibir una ala membranosa y repugnante que aventaba las cenizas del brasero, que se chamuscaba en la llama del candil, que volteaba de un golpe el reloj de arena sobre sus escritos. Pero era, sobre todo, durante la noche, en el lecho, antes de dormirse, cuando el lectoral libraba sus combates acerbos.

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