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Actualizado: 10 de julio de 2025
Cierta noche, al despedirse á la puerta, Demetria entregó al mancebo un pequeño envoltorio de papel y le dijo con voz temblorosa: Toma; pero júrame que no has de abrirlo antes que llegues á la Braña. Nolo juró y cumplió su juramento. Llega á su casa media hora antes, sube á su cuarto, enciende el candil y abre el envoltorio.
A la luz del candil se llegó don Paco al que estaba boca abajo tendido por el suelo y le puso boca arriba. La carátula se le había caído. Don Paco y don Ramón se quedaron absortos al reconocer a Antoñuelo. Por dicha no había recibido ningún garrotazo en la cabeza; pero estaba derrengado, molido y lleno de contusiones.
Al levantar los ojos para pedir perdón por su horrible pecado, hallose frente a frente con la figura del campanero, que, cinco o seis escalones más arriba, esperaba impasible, sosteniendo en la mano encendido candil. ¿Qué tiempo hacía que estaba allí? Ramiro le miró naturalmente y comenzó a descender, en la sombra, palpando los muros, sin pronunciar vocablo.
Había durado horas, había durado días: en su memoria obscura aparecía esta marcha casi tan larga como toda su vida anterior. Cuando brazos amigos le ayudaron a subir al lecho y a la luz de un candil fueron despojándolo de sus ropas, experimentó Febrer una sensación de bienestar y descanso. ¡No levantarse más de estas blanduras! ¡Permanecer en ellas para siempre!...
Entonces el tío Goro, después de colocar su pipa delicadamente sobre el escaño, desplegó con más delicadeza aún el precioso documento que guardaba en el bolsillo y lo acercó bien al candil: «Mis queridísimos padres... Ven acá, Nolo; arrepara qué modo de plumear tiene mi cordera... ¿Qué te parece esta M? ¡Vaya una letra maja! ¿Y estas otras menudicas que le siguen van bien ó no van bien?
El ventero la tomó, se armó de un candil, vino recto a la cama de Mounsey y tendió el oído. El infame grillo, por una intuición del genio, como se llaman en la vida las casualidades, había callado un momento. ¡Nada le valió! Al primer gorjeo, rápido, enérgico, sin vacilación, como el memorista que hace un cálculo ante la concurrencia absorta, el ventero, de un golpe, lo aplastó contra la pared.
¡Silvestre! ¡Silvestre! gritó al hallarse en la sala. ¿Qué demonios te ocurre, hombre? contestó á poco rato el mayorazgo, apareciendo en escena con el candil en la mano. ¿Qué ruido es el que he sentido sobre mi cuarto? ¿Á que te has asustado?... ¡Ja, ja, ja, jaaaa! ¡Pues el lance es para reir! Y ya se ve que sí.
A todo esto llovía, llovía, y la tarde de invierno caía prontamente, y el celaje gris ceniza parecía muy bajo, muy próximo a la tierra. Chinto encendió el candil de petróleo, y trajo caldo a la paralítica, y permaneció sentado, sin chistar, con las rodillas altas, los pies apoyados en el travesaño de la silla, la barba entre las palmas de las manos.
Suplica al Rey que le acompañe al lugar en donde se ha perpetrado el crimen, y en donde debe ser castigado. Apenas llegan allí, se descorre una cortina que encubría la casa del asistente; detrás de ella se ve la estatua de piedra de Don Pedro, y no lejos el candil en la ventana, desde la cual presenció la vieja el asesinato. Este es mi retrato.
Allí apenas se veía, porque la única luz era la de un candil atado en la otra estancia a una tomiza que pendía de una viga del techo; pero el de la carátula vio el bulto de un hombre que se precipitaba sobre él, y le dijo: ¡Tente o mueres! Y le apuntó con el trabuco. Todo ello fue con rapidez maravillosa.
Palabra del Dia
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