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Actualizado: 10 de julio de 2025


Las hormigas que viajaban sobre las tablas se hacían raras; el movimiento cesaba en tierra, cuando por uno de los boquetes de la cubierta apareció la cara sudorosa y ennegrecida de uno de los contramaestres, quien, levantando en alto un candil, gritó con voz de trueno: «¡Du charbon, sang-Dieu!

Y así, aquella noche los dejaron, y a la mañana les pidieron que se desnudasen, y se halló que de todos sus vestidos juntos no se podía hacer una mecha a un candil. Quedáronse en la cama, digo envueltos en una manta, la cual era la que llaman ruana, donde se espulgan todos.

En la puerta de la gañanía aglomerábanse los trabajadores, brillando en su negra masa la lucecilla del candil. Todos seguían con silenciosa atención el chirrido del carro, invisible en la oscuridad; los lamentos de la gitanería, que rasgaban la calma del campo azulado y muerto bajo la fría luz de las estrellas.

Soltó en esto el cuadrillero la barba de don Quijote, y salió a buscar luz para buscar y prender los delincuentes; mas no la halló, porque el ventero, de industria, había muerto la lámpara cuando se retiró a su estancia, y fuele forzoso acudir a la chimenea, donde, con mucho trabajo y tiempo, encendió el cuadrillero otro candil.

Llegóse, en fin, el punto de verme con ella en su aposento, que era escuro, estrecho y bajo, y solamente claro con la débil luz de un candil de barro que en él estaba; atizóle la vieja y sentóse sobre una arquilla, y llegóme junto a , y, sin hablar palabra, me volvió a abrazar.

Reunidos en una estancia mozos y mozas á la luz de un candil pasaban la velada alegremente bromeando, cantando, requebrándose mientras poco á poco las doradas espigas salían de su envoltura y se enristraban para adornar después los corredores y los hórreos. Pero Entralgo era celebrado en todo el país por sus bellas, frondosas pomaradas.

Su ignorancia era tal que no sabían escribir ni leer, ni alumbrarse con un candil durante la noche, ni valerse de más bestias de carga que de ellos mismos, ni criar animales domésticos, ni ser pastores siquiera. En cambio se sacrificaban a millares a sus ídolos y estaban corroídos por la gangrena de los vicios más nefandos, y sobre todo por la afición de comerse unos a otros.

Como el buen hombre va á recogerse, lleva en la mano el candil, y héos aquí la luz misteriosa que salia á una misma hora, y desaparecia en breve, coincidiendo con el fuego, y haciendo casi pasar por ladrones á quienes solo trataban de guardarse de ladrones. ¿Qué debia hacer en tal caso un buen pensador? Hélo aquí.

Y así como suele decirse: el gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda al palo, daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza, y todos menudeaban con tanta priesa que no se daban punto de reposo; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil, y, como quedaron ascuras, dábanse tan sin compasión todos a bulto que, a doquiera que ponían la mano, no dejaban cosa sana.

Y como el dinero allí no era posible hallarle, ni con candil, Agapo desaparecía por meses enteros, sin dejar rastros; ya se le daba por muerto, cuando otra vez volvía, para escurrirse al día siguiente, sordo a las amonestaciones de su hermano mayor y a los ruegos de Pilar, y aun a los golpes de ambos, entregado a la vagancia y a todos los vicios que ella engendra, sin reconocer más ley que su santa voluntad.

Palabra del Dia

buque

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