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Actualizado: 16 de junio de 2025
Entregábase mientras tanto Miranda a la importante tarea de facturar el equipaje, no escaso, compuesto de dos baúles mundos, una sombrerera y un cajón especial de tela y cuero, a propósito para guardar de arrugas el planchado de sus camisas de vestir.
Mejor: así la veré á usted más veces. Y le saldrá á usté muy cara la obra. Á ese precio vaya usted haciéndome camisas. Pues ya que no regatea usté el tiempo, voy á robarle hoy un cuarto de hora. ¿Para charlar?...; aunque sea medio día. No, señor, para ir á una tienda que está junto á la calle Alta, á comprar ... cuatro cuartos de orejones, que me gustan mucho.
Para camisas tuyas, sí; pero te las hago chiquititas. ¡Chiquititas! Sí, y también te estoy haciendo unos baberos muy monos. ¡A mí, baberos a mí! Sí, tonto; por si se te cae la baba. ¡Jacinta! Anda... y se ríe el muy simple. ¡Verás qué camisas! Sólo que las mangas son así... no te cabe más que un dedo en ellas. ¿De veras que tú?... A ver ponte seria... Si te ríes no creo nada.
Cuando ésta se fue a misa con Rosita, advertí que el señor se daba gran prisa por meter en una maleta algunas camisas y otras prendas de vestir, entre las cuales iba su uniforme. Yo le ayudé y aquello me olió a escapatoria, aunque me sorprendía no ver a Marcial por ninguna parte.
Un ardor belicoso se había despertado en los emigrantes de popa, impulsando a unos contra otros. Los rusos jóvenes, de barbas de oro y camisas rojas, boxeaban con los alemanes de brazos nudosos y blancos. Se veían narices quebradas exhibiendo los remiendos de unas tirillas puestas en la farmacia. Los más forzudos exhibían con orgullo sus bíceps adornados con tatuajes azules.
Proveyóse de camisas y de las demás cosas que él pudo, conforme al consejo que el ventero le había dado; todo lo cual hecho y cumplido, sin despedirse Panza de sus hijos y mujer, ni don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese; en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarían aunque los buscasen.
Petra, dejándose adorar, adoptó cierta actitud protectora y maternal. Se interesó vivamente por todo lo que a Miguel concernía, revolvió su baúl, contó las camisas y los pañuelos, fue depositaria del dinero que le daban, en una palabra, se hizo cargo por completo de la dirección de sus negocios, tanto morales como económicos.
Esta memorable etapa de la ropa interior ejerció tal influencia en la felicidad de Mario, que muchos años después, al pasar delante de un bazar de ropa blanca y ver colgadas en el escaparate algunas enaguas y camisas de señora, aún sentía latir su corazón conmovido. D.ª Carolina fue el Espíritu Santo de este almo cielo.
Yo no; yo quiero estar despierta y sentir los pasos del tiempo. Quiero ver mi equipo, tocarlo, guardarlo, quiero ver mi blanco traje de novia, quiero pensar en mis zapatos, en mis camisas, en mis gorros, quiero sacar de su estuche las joyas, quiero recibir los regalos que me envíen las amigas. Vosotros los hombres no sabéis lo que pasa por nuestro corazón en este tiempo.
El segundo día de la movilización, la gente agolpada en las inmediaciones de la estación del Este las vió llegar vestidas de negro, con un traje sobrio y casi monacal, un pequeño sombrero semejante á una gorra, un bolsito de mano y un paquete con lo más indispensable para la vida: dos camisas, dos pares de medias.
Palabra del Dia
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