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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Se adelantó hácia nosotros, y el vientre caminaba dos ó tres palmos delante de ella. Yo me acordé del célebre soneto de Quevedo que principia: Erase un hombre á una nariz pegado, porque, en efecto, la situacion era muy semejante; aquí se trata de Una mujer pegada á una barriga.

La única creación de que podía envanecerse era debida al azar de unos amoríos de pueblo, al inconsciente olvido de una hora de placer... Y este hijo, obra suya, carne de su carne, prolongación de su propia personalidad, no podía ni tan sólo públicamente reconocerlo; caminaba a su lado y no le podía decir: « eres hijo mío»; no podía hablar con él sino de cosas sin ningún interés...

Soltaron las mustias ubres hasta su última gota de leche insípida, producto de un mísero pasto de hojas de col y desperdicios, y al fin Pepeta emprendió la vuelta á su barraca. La pobre labradora caminaba triste y pensativa bajo la impresión de aquel encuentro. Recordaba, como si hubiera sido el día anterior, la espantosa tragedia que se tragó al tío Barret con toda su familia.

Yo eché a correr como un loco, en plena noche, llevando como un jirón del corazón de Magdalena aquel manojillo de flores en que había ella puesto sus labios e impreso mordeduras que yo saboreaba como besos. Caminaba al azar, ebrio de alegría, repitiéndome una frase que me deslumbraba como la luz de un sol naciente. No me preocupaba ni de la hora ni de las calles.

Transida el alma de dolor por el trágico fin de Urbási y por la mortífera lucha que había sostenido, Morsamor huyó de la India, como para librarse de los malos espíritus que le acosaban y le atormentaban. Como Orestes, perseguido por las Furias, caminaba Morsamor sin saber casi hacia dónde caminaba. Confiado en él y en su ventura, le seguía su valiente tropa.

Chonito caminaba con la nariz pegada al suelo, sus ijares se estremecían de impaciencia, de cuando en cuando se volvía para cerciorarse de que le acompañaba el cazador. ¡Ahora! exclamó el de Naya . Eh, Julián, mándele que entre.... Entra, Chonito, entra murmuró lánguidamente el capellán.

Después corrió á lo largo de la carretera, ocultándose y desapareciendo por intervalos, según caminaba debajo de los árboles ó al descubierto. Al llegar cerca de la villa se detuvo á tomar aliento. Acto continuo se deslizó con precaución rozando las paredes de las casas, consiguiendo llegar sin ningún tropiezo á la del joven. El portal estaba oscuro.

Caminaba sin prisa, tranquilamente, gozándose en respirar la frescura de aquella noche de verano. Pero esta calma no le impedía ir pensando en lo aventurado que era recorrer la huerta á tales horas teniendo enemigos. Su oído sutil de campesino percibió un ruido á su espalda.

Y el señor Cuadros salió de la casa satisfecho de mismo, bufando de satisfacción, contoneándose como un joven y mirando con cierta lástima a su hijo, que caminaba al lado de él tímido y encogido. Un risueño optimismo le hacía olvidar que era su padre. ¡Ah! ¡Si en vez de los cincuenta y pico tuviera él los años de aquel pazguato, cuánta guerra había de dar en el mundo!

Pablito caminaba serio, atento también a regir el brioso cuadrúpedo. De vez en cuando, no obstante, se dignaba sonreir ligerísimamente. Y este esbozo de sonrisa animaba tanto a las muchachas, que arremetían con más brío y gracia contra su compañero fidelísimo, el invicto Piscis. A la media legua próximamente, había un gran prado llano y hermoso que la carretera partía por el medio.

Palabra del Dia

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