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Dios sabe, si existe, que lo has logrado bien. A pesar de la exquisita dulzura de sus palabras, a pesar de sus caricias, me pareció que una larga y acerada aguja había penetrado en mi corazón, y en medio de mi alegría, pasó por un calofrío de espanto. «¡Dios sabe, si existeNo puedo acostumbrarme a esa forma irónica de la duda, habitual en mi padre.

Sus ojos enrojecidos y fatigados brillaban en el fondo de las órbitas; sus labios apretados revelaban amargura e irritación. Allí estaba, petrificado en un dolor mudo. El deseo de acercarme a él me sacudió como un calofrío de fiebre. Pero, cuando quise levantarme, sentí como dos manos de hierro que pesaban sobre mis hombros y me hicieron caer de nuevo en mi asiento.

Miradles sucederse, desde tiempos remotísimos, trabados como vértebras y traspasándose unos a otros ese tuétano de la honra que agora se alberga en vos mesmo. Ramiro sintió un calofrío. Era la virtud habitual de aquel vocablo que acababa de pronunciar el canónigo: ¡la honra!

Ella me miró con sus grandes ojos resueltos e inclinó dos o tres veces la cabeza... Comprendí muy bien, y sentí un calofrío... ¡por un poco más, aquélla habría sido una linda noche de bodas! Pero ahora, ¿qué voy a hacer yo con ustedes dos? ¡Sálvanos!... ¡ayúdanos!... ¡ten piedad de nosotros! Se han arrojado a mis pies y me lamen las manos.

¿Te ha gustado el arreglo de tu cuarto? continuó ella, al mismo tiempo que por sus ojos dulces y tristes pasaba un débil fulgor de malicia. A guisa de respuesta posé humildemente en sus labios un beso de agradecimiento. ¡, bésame, bésame otra vez! dijo ella. Tu boca es tan bella, tan ardiente: da calor al cuerpo y al alma. Y un nuevo calofrío la sacudió. Un instante después entró Roberto.

Sentí, de improviso, que un frío glacial me invadía, como si, emanado de su cuerpo, se trasladara al mío. ¿Ves? ¡ misma sientes que tengo razón! murmuró, alzando hacia sus grandes ojos inquietos. Estás loca dije, esforzándome por reír. Continuaba sintiendo en todo mi cuerpo ese helado calofrío. Un vago sentimiento me decía que Marta podía muy bien no equivocarse.

Un helado calofrío me pasa por todo el cuerpo cuando pienso en la horrible manera en que debía realizarse esa frase, llena de presentimiento, pero en aquel momento nada vino a advertírmelo: sólo experimentaba un vivo deseo de dar a ese amor, por demás prosaico para mi gusto, un giro tan romántico como fuera posible. Desgraciadamente no había gran cosa que hacer.

Ramiro aprovechó para inquirir si la arte notoria era contraria a la Santa Iglesia de Cristo. ¿La habéis ensayado alguna vez, hijo mío? preguntó melífluamente el Canónigo. El mancebo tardó en contestar. Inesperado calofrío le corrió del rostro a las manos. Las pupilas del confesor se clavaron fijamente en las suyas.

Al acercarme se detuvieron, me miraron de pies a cabeza como a un animal curioso y, tan pronto como les di la espalda, detrás de cuchicheos y risas ahogadas. Me invadió un calofrío al observar esa curiosidad malevolente de aldea. Me sentí aliviada cuando vi alzarse frente a las torres de la puerta.

Muchos síntomas de la cina representan una fiebre intermitente de tipo cotidiano. El calofrío precede siempre al calor, y es poco intenso. La perversion del apetito se manifiesta en la cina por la sensacion de hambre que sobreviene inmediatamente despues de los vómitos.