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Actualizado: 26 de junio de 2025


-Yo me tengo en cuidado el apartarme -replicó Sancho-, mas quiera Dios, torno a decir, que orégano sea, y no batanes. -Ya os he dicho, hermano, que no me mentéis, ni por pienso, más eso de los batanes -dijo don Quijote-; que voto..., y no digo más, que os batanee el alma. Calló Sancho, con temor que su amo no cumpliese el voto que le había echado, redondo como una bola.

Pepe calló, sin temor a que ella supiera toda la verdad, pero sin valor para decirla con sus propios labios.

La superiora lanzó una mirada furiosa a Catalina, y al ver que bajaba los ojos, exclamó: ¡Ah! Estaban entendidos. , estamos entendidos contestó Martín .Esta señorita es mi novia y no quiere estar en el convento, sino casarse conmigo. No es verdad, yo lo impediré. Usted no lo impedirá porque no podrá impedirlo. La superiora se calló.

¡Eso es despecho! Te hago un verdadero favor avisándote; conque escucha y serénate, que te conviene: si callo, serás quien salga perdiendo. Y me alegro que hayas soltado esa palabreja: no hay tal despecho. Habla pronto y claro.

Está muy malita: empezó á dar unas manotadas y á decir que venían volando unas ... ¿cómo dijo? "Las tres, las tres volando", decía, y así estuvo hasta hace una hora, que calló y se quedó dormida.

Mi padre nunca habla de eso; mamá, con cuidarnos, tiene bastante; a Leocadia le gusta ir a la iglesia cuando hay grandes fiestas, a falta de otras más divertidas pero más costosas que le están vedadas; y en cuanto a ... callo: no quiero que me llames herejote. En fin, no estoy tranquilo. Basta por hoy: no te quejarás de que escribo poco.

A algunos mataron en el Colegio Imperial de Madrid contestó el lego. El hermano Garrido era modesto, y se calló la revelación, no haciéndola pública hasta después que llegó aquí la noticia de los asesinatos.... Era muy humilde el hermano Garrido. Por esto será algún día un santo más de nuestra Orden. Había terminado la visita á la casa de San Ignacio.

Aquellas frases iban poco a poco resolviéndose en palabras sueltas, después en monosílabos; oíase un bostezo, otro, y al fin todo quedaba en plácido silencio, después de extinguida la luz, a cuyo resplandor había enriquecido sus conocimientos el capataz de mulas. Una noche, después que todo calló, dejose oír ruido de cestas en la cocina.

Todos los esfuerzos que habían hecho hasta allí los oyentes para contener la risa, fueron infructuosos. La carcajada fue tan simultánea y tan estrepitosa, que el general calló de repente y les echó una mirada indignada.

Miraba a su chulita con estupidez y cierta expresión de duda o sorpresa. Fortunata seguía pegando gritos; pero él no se enteraba; lo poco que oía era como si oyese el ruido del viento: no le sacaba sentido. Cansada de inútiles esfuerzos, la joven se calló, mirando a su amigo con hondísima pena.

Palabra del Dia

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