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Actualizado: 6 de octubre de 2025
Cuando quería ver por dónde andaba tal o cual columna, hacia dónde estaba situado este o aquel pueblo, le descolgaban el cartón del mapa y le daban una cajita con las banderitas que el pobre señor se hizo, por vía de entretenimiento, con alfileres y papelitos de colores: las había blancas para los carlistas y moradas para el ejército, por decir don José que este era el color de las antiguas libertades castellanas.
Está meditando sobre un objeto, al parecer no adelanta; con la atencion sobre una cosa, diríase que está dormitando. No importa; no le violenteis; mira si descubre algun indicio que le guie; se asemeja al que tiene en la mano una cajita cerrada con un resorte misterioso, en la cual se quiere poner á prueba el ingenio, por si se encuentra el modo de abrirla.
Si quiere usted entrar, voy á llamar á nuestro párroco... Cristián se volvió hacia un marinero que le seguía y le dijo en inglés: Entre usted conmigo, Dougall. El marinero, que llevaba al hombro una cajita de madera, tocó la boina con la mano y se disponía á entrar, cuando el centinela le detuvo diciendo: Tiene usted que dejar fuera la caja.
Freya, satisfecha de estas experiencias, guardaba sus tesoros en la cajita y la repelía con pasajero tedio, para arrojarse sobre Ulises lo mismo que una bestia que quiere morder. Estos largos encierros en una atmósfera cargada de esencias, de tabaco oriental, de respiración de carne femenil, desordenaban el pensamiento de Ferragut.
«Usted dirá» volvió a indicar Joaquín, dejando a un lado la cajita y tomando las manos de Isidora. Esta se puso a temblar, tuvo miedo, porque Joaquín se le hizo más guapo, más seductor, más caballero, revistiéndose de todas las perfecciones imaginables. «¿Me porto mal dijo él con voz blanda ; me porto mal en pago de la ofensa que usted me hizo despidiéndome y diciéndome que no podía quererme?».
Ahora mismo lo verá usted dijo la mamá abriendo, no sin emoción, una cajita que había sido de dulces, y era ya depósito azul y rosa de fúnebres memorias . Vea usted qué trenza... es de un castaño hermosísimo. ¡Oh!, sí, ¡soberbio! profirió Bringas temblando de gozo . Pero nos hacía falta un poco de rubio. ¿Rubio?... Yo tengo de todos colores.
Abrió el cajón de la cómoda y sacó una cajita de madera, y de ella un sello de cauchouc. Tomó un papel blanco después y lo selló. Mira. ¿Qué es esto? Un sello que pienso aplicar sobre las dos obras que voy a dar a luz y sobre todas las demás que escriba en adelante. ¿Pero qué dice aquí? No leo nada. No hay palabras; no hay más que una figura. Obsérvala bien. Parece una mancha de tinta.
Y el duque sacó una cajita de terciopelo, la abrió, y dejó ver dentro una cruz de Santiago, esmaltada en una placa de oro. ¡Ah, señor! exclamó trémulo de alegría el cocinero ; ¿me da vuecencia el hábito de Santiago? ¿Y para qué le queréis vos? ¿para que no os atreváis á entrar en la cocina, por temor de que se os manche la cruz? Cayó dolorosamente despeñado de lo alto de su vanidad Montiño.
Y él no se hartaba de contar las cosas extraordinarias que había visto, durante la peregrinación, y en la capital misma. A ti dijo a su mujer te he traído un objeto de extraño mérito; se llama espejo. Mírale y dime qué ves dentro. Le dio entonces una cajita chata, de madera blanca, donde, cuando la abrió ella, encontró un disco de metal.
Consideró, con todo, que tan prodigiosa alhaja tenía sobrado precio para usada de diario, y la guardó en su cajita y la ocultó con cuidado entre sus más estimados tesoros. Pasaron años, y marido y mujer vivían aun muy dichosos. El hechizo de su vida era la niña, que iba creciendo y era el vivo retrato de su madre, y tan cariñosa y buena que todos la amaban.
Palabra del Dia
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