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Actualizado: 6 de octubre de 2025
La devota entró en su cuarto y volvió al poco rato con una cajita que mostró al joven, diciendo cariñosamente: Aquí está. Es mía, es nuestra. Y al decir esto se acercó á él con la caja, sostenida en las dos manos y apoyada en el seno.
En esta operación sentí que cedía bajo mi mano la tabla del fondo, y quedaba descubierto un hueco. En este hueco había una cajita muy bella de madera labrada. Traté de abrirla y la abrí sin esfuerzo: estaba llena de dinero, casi todo en onzas muy antiguas. Cerré la caja; ajusté la tabla que cubría el hueco, dejándola cuidadosamente como estaba, y me callé.
¡Cuál fué el asombro de Inés y de Beatriz cuando advirtieron que la notabilidad venía flechada a ellas! Un caballerete de veinticinco a treinta años, cargado con un abrigo y con una cajita, la seguía como si fuese un lacayuelo. Apenas llegó la dama, se puso delante de Beatriz, la miró con ternura y exclamando: «¡Querida mía!» le echó al cuello los brazos y la besó en ambas mejillas.
Cuando los tres mancebos encantados vayan al comedor, los seguiréis sin ser vistas, y allí permaneceréis hasta que el Príncipe pida la cajita de sus entretenimientos y diga, besando el cordoncito: ¡Ay, cordoncito de mi señora! ¡Quién la viera ahora!
Sacó luego Dorotea de su almohada una saya entera de cierta telilla rica y una mantellina de otra vistosa tela verde, y de una cajita un collar y otras joyas, con que en un instante se adornó de manera que una rica y gran señora parecía. Todo aquello, y más, dijo que había sacado de su casa para lo que se ofreciese, y que hasta entonces no se le había ofrecido ocasión de habello menester.
Conocedor Joaquín de la manera de tocar ciertos registros del alma humana y de los efectos de la sorpresa teatral en los sentidos del hombre, y más aún de la mujer, llegose a la chimenea, tomó de ella una cajita, abriola y mostró a los ojos admirados de Isidora porción cumplida de dinero, monedas de oro y plata, y dos o tres manojillos de billetes de Banco.
Afortunadamente, Fernando hizo el gasto de la conversación, y con su peculiar desenfado fué refiriendo jovialmente todas las fases de su escapatoria, sin omitir aquella de la desahogada caricia hecha por su mano a la cajita de hierro.
Sobre la mesa había unos guantes, varios libros, dos retratos en bonitos marcos, uno de ellos del gordo Arnaiz, una papelera, juego de té de finísima porcelana, una cajita de marfil y otros objetos muy lindos. «Aquel guante dijo Moreno , que monta sobre la papelera, parece exactamente un lebrel que corre tras la caza... ¡Qué silencio tan solemne hay ahora!
Esa tumba que quiere darle es tan enorme, ¡es tan fría!... Usted es bueno, gentleman; usted me ha protegido siempre. Atienda mis ruegos. Pero el gigante le hizo retroceder con el dorso de una de sus manos, tomando después el cadáver para depositarlo en la cajita. Iba á cerrar su tapa, cuando Ra-Ra se abalanzó sobre ella. Métame á mí también dijo . Donde Popito vaya debo ir yo.
Tenía casi la certeza de haberlo cargado hacía un mes, poco más o menos. Buscó la cajita de las cápsulas y no la halló. ¡Qué cosa tan extraña! No tardó en recordar que Cecilia le había visto con él en la mano, y una sonrisa dulce y triste se dibujó en sus labios. Fué a echar mano a las escopetas. Las encontró igualmente descargadas. Los cartuchos habían desaparecido de su sitio.
Palabra del Dia
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