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Actualizado: 22 de junio de 2025


Recorriéndolo, fijaba Lucía la vista en la fachada correspondiente a la casa de Artegui, de una de cuyas ventanas salía una mano pálida que le hacía señas. ¿Era mano de hombre o de mujer? ¿era de vivo, o de cadáver?

Brillaban en ella, al lado del marqués de Villena, ya citado, el marqués de Santillana, Juan de Mena, Gómez Manrique y otros muchos caballeros y señores, cuyas obras se reunieron en el Cancionero de Baena, y pasaron luego en parte al Cancionero general.

Frente a los cerros que ocupaba la columna del ejército liberal aparecía, en una hondonada, el pueblecillo de Santa Cruz de Urquilezo, cerradas todas las puertas y ventanas de su miserable caserío de fachadas blancas, en cuyas vidrieras reverberaba la luz del alba, fingiendo llamaradas de incendio.

Esparciéndose el humo por falta de aire, envolvía en una como gasa oscura y sucia todos los edificios, cuyas masas negras señalábanse confusa y fantásticamente sobre el cielo iluminado por la luna.

Huberto se contentó con decir: El hombre es débil, y si usted emplea armas que no se puedan resistir... A primera vista, esta joven de armas formidables, no presenta el aspecto de una amazona mutilada observó Diana, indicando con un gesto el busto de Alicia, cuyas curvas se modelaban en una chaqueta de breitschwantz. A propósito de amazona, ¿no han ido ustedes al bosque, después de su regreso?

Jóven, en cuyas manos caiga por casualidad este libro, cree lo que te dice un hombre que tiene ya canas, que comprende algo de los achaques de la vida, algo de los achaques de la mujer, y que sin conocerte, desea verdaderamente tu felicidad, como desea la felicidad de todo el mundo: no te dejes llevar de reflejos que lucen por fuera; no ahogues tu alma, no ahogues tu corazon, no ahogues un deseo que te ha dado el que creó el sol y las estrellas; no ahogues el encanto que te ha dado Dios, el encanto que está en misma, que va contigo; no ahogues esa virtud divina dentro de una hojuela dorada, de un lazo encarnado, de un prisma azul ó verde.

Es plateresco á la italiana, lo cual quiere decir que el escultor luce más que el arquitecto, y excitan, sobre todo, la admiración su preciosa crestería, formada de figuras grotescas, los leones y demás animales que sostienen grandes escudos, una hermosa cornisa primorosamente labrada, y sus elegantes ventanas y balcones, cuyas tallas son modelo de gracia y delicadeza.

Su solo ruido en las losas ennoblece toda la traza del hidalgo. Sonriose un momento, mostrando su fuerte dentadura, y luego, con gesto grave y casi compungido, prosiguió: ¡Lástima es que algún epitafio, docto y elegante, no nos diga la casa y los honores del antiguo caballero, cuyas son estas cenizas!

Un cuervo de gran tamaño, cuyas negras alas brillaban como un espejo, se posaba sobre su hombro.

Jouarre, junto a una consola, cuyas luces, entre los ramos de orquídeas, orlaban sus cabellos de aquel nimbo áureo que tan justamente le pertenece como «reina de la gracia entre las mujeres». Recuerdo aún su sonreir cansado, el vestido negro con adornos de color de oro, el abanico antiguo que tenía sobre el regazo.

Palabra del Dia

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