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Actualizado: 3 de junio de 2025


en divinas estrofas prorrumpiera cantando de tus dones el tesoro con ritmos de perenne primavera! Pero los días son más bien de lloro, no de adularte ¡oh pueblo filipino! a los ecos de cántico sonoro. Mientras, tal desatado torbellino surque tu faz, el rayo de la guerra alfombrando de escombros su camino;

1 Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico al SE

He visto con los ojos del alma la nueva patria, y en lo más íntimo de mi corazón ha resonado el cántico nuevo de la Jerusalén celeste. Si al cabo logro vencer, será gloriosa la victoria; pero se la deberé a la Reina de los Ángeles, a quien me encomiendo.

3 Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Tus caminos son justos y verdaderos, Rey de los santos. 4 ¿Quién no te temerá, oh Señor, y engrandecerá tu Nombre? Porque sólo eres Santo; por lo cual todos los gentiles vendrán, y adorarán delante de ti, porque tus juicios son manifestados.

Escúchanse gorjeos suaves de pájaros, ladridos de perros, golpes de herramienta y una que otra imprecación lanzada sobre las inocentes bestias que arrastran un carro. En las habitaciones interiores se alza el cántico, más fresco que melodioso, de una criada. Tal vez nos hallemos en el campo. Sin embargo, que no se anticipe juicio alguno acerca de este punto.

Concluido el sermón, oyose un cántico suave que le hizo estremecerse de gozo: era la preciosa voz de María que entonaba con más dulzura que nunca el aria de Traviata: «Gran Dio, morir si giovine...» Cuando terminó, sonaron prolongados aplausos en la iglesia. Después, toda la gente se apretó contra el altar mayor dejando libres las cercanías del enrejado.

Solon, comprendiendo todo el partido que podia sacarse de la poesía para imprimir al pueblo un movimiento eléctrico y sublime, haciéndose el insensato, infringió el decreto sobre Salamina, entonando en la plaza pública un cántico guerrero, por medio del cual, el futuro legislador, cual otro Tirteo, logró encender el entusiasmo popular.

Doña Pepa había muerto, y Labarta, sacudiendo la modorra lacrimosa de su abatimiento, la despedía con un largo cántico. Ulises pasó los ojos por el recorte de periódico que iba dentro de la carta conteniendo los últimos versos del poeta. Eran versos en castellano. ¡Malo!... Después de esto, resultaba indudable su próximo fin. No tuvo ocasión de verle otra vez: murió estando él de viaje.

Terminado el cántico habla el Fuego en representación de los demás, y pide al Señor que les nombre un Soberano. El Poder dice entonces: A sacar me determino De la prisión del no sér, A sér este oculto hijo, Que ya de mi mente ideado Y de la tierra nacido Ha de ser Príncipe vuestro. Le daré el raro prodigio De la Gracia por esposa.

Mire usted dijo Paco al oído de la señora que tenía á su lado con qué energía defiende D.ª Feliciana los perros chicos de su yerno. D.ª Feliciana comprendió por el movimiento de los labios del jugador y por la sonrisa de su compañera que había servido de tema á una burla, y no dijo otra palabra. El juego continuó y volvió á escucharse el cántico de los números en medio de religioso silencio.

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