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Actualizado: 13 de junio de 2025
Por el día, las constantes lluvias del país y la severidad de su padre reteníanlas en casa limpiando las habitaciones y barriéndolas ó recosiendo la ropa blanca. En los momentos en que cesaba la lluvia, solía salir en almadreñas hacia el río ó la fuente con Pepa. Allí se juntaban algunas mozas de la vecindad con sus jarros de barro oscuro y sus herradas relucientes, y mientras la fuente llenaba con pausa las herradas, retozaban las mozas y se decían chistes toscos y cándidos.
Y el Tritón, al ver en sus manos cinco ó seis mil pesetas, quedaba perplejo, preguntándose interiormente qué puede hacer un hombre con tanto dinero. Todo esto es tuyo dijo á su sobrino al mostrarle la casa. Suyos también la barca, los libros y los muebles antiguos, en cuyos cajones estaba disimulado el dinero con disfraces cándidos que atraían la atención.
Y el mas hábil pintor nada podría No teniendo del iris los colores, Y los varios matices de las flores, Que en tu persona brillan á porfía. Cómo pintar tu rostro de azucena Sin combinar los cándidos jazmines Al brillo de la nieve en los confines Alumbrada por luz blanca y serena?
Los Hispano-colombianos, que eran no pocos, se mostraban en general sencillos y cándidos, maravillándose de todo y muy impresionables, sin reserva en la expresion de sus pensamientos; se podía notar que los hábitos de la democracia habían formado en ellos el espíritu de independencia y cierta familiaridad expansiva que contrastaba con la reserva de las razas setentrionales de Europa.
Había sonreído, había contestado á las primeras preguntas con una modestia graciosa, fijando sus ojos malignamente cándidos en los oficiales sentados detrás de la mesa presidencial y en los otros hombres con uniforme azul encargados de acusarla ó de leer los documentos de su proceso.
Con los hijos de Dupont llegaba Luisito, huérfano de un hermano de don Pablo, cuya cuantiosa fortuna cuidaba éste; y las hijas del marqués de San Dionisio, dos niñas revoltosas de ojos cándidos y boca insolente, que se peleaban con los muchachos y los hacían correr a pedradas, revelando en sus audacias el carácter de su famoso padre.
La fundación de la sociedad isabelina servíale de pretexto para entrar en tratos con gente diversa, con cándidos patriotas o políticos ladinos, poniéndose también en relación con militares bullangueros; y así, hablando del bueno del Sr. Rufete, dijo a Salvador: Este infeliz ayacucho es una alhaja que no se paga con dinero.
Engendrada en el seno recatado de aquella noche de abril, nacía la primera mañana de mayo, rasgando los tules cándidos de la aurora desenvolviéndose, con divina gracia, del manto azulino que la luna había puesto pálido de luz.
Rosa abre el postigo con delicada cautela, para no despertar a los que duermen, y sale de la casa, oprimiendo contra su pecho las flores que ha de ofrecer a la Virgen. Camina lentamente, agitando apenas los pliegues cándidos y simples de su túnica. Diríase que la poderosa fragancia la desvanece por momentos. Tierno rubor enciende por encima de los tejados los ópalos de la aurora.
En el restorán había sorprendido Jaime repetidas veces la mirada de sus ojos azules, cándidos y tranquilamente atrevidos, fijos en él. Iba con una dama gorda, fofa y de rostro arrebolado, una señora de compañía vestida de negro, con un sombrero de paja roja y un cinturón de igual color que partía en dos abultados hemisferios su pecho y su vientre.
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