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Actualizado: 13 de junio de 2025
El capitán cesó de sonreír y por sus ojos cándidos pasó una sombra de inquietud. No podía disimular su turbación. No sé... la veo poco. Debe estar como siempre... Y añadió con repentina resolución: Mira, Luisillo: cada uno que proceda como mejor le parezca. Yo á mis barcos, y fuera de ellos nada me importa.
El niño volvió entonces al público los cándidos ojos, con esa mirada vaga de la inocencia que parece investigar siempre algo ignorado, y prosiguió con tristeza que conmovía y sencillez que llegaba al alma: Dicen que el mundo es un jardín ameno, Y que áspides oculta ese jardín... Que hay frutos dulces de mortal veneno, Que el mar del mundo está de escollos lleno... ¿Y por qué estará así?
Estas habían sido bien barridas y alfombradas luego de juncia y gayomba. Aguardando ver pasar la procesión se hallaban muchas personas en las puertas, ventanas y balcones, pendientes de cuyas rejas y barandas lucían vistosas colgaduras de damasco encarnado, verde y amarillo, o de colchas de algodón estampado con enormes floripondios y orladas de rizados y cándidos faralaes.
No vemos en ellas más que lo que nosotros les ponemos de nuestra cosecha; no sirven para otra cosa sino para fijar un poco la fugitiva, la indecisa idea... Desengáñate, tanto los artistas como los poetas, son los más cándidos de entre los hombres y los peores jueces que pueden encontrarse para establecer correlación entre lo físico y lo moral, porque no pintan lo que realmente ven, sino lo que creen ver a través del prisma de su imaginación... No pintan lo natural, sino según el natural, lo que no es lo mismo.
Profundo estremecimiento, precursor del invierno, atravesaba por la Naturaleza toda, y dijérase que antes de morir, quería vestirse sus más ricas galas: así la viña virgen tenía tan espléndido traje de púrpura, y el álamo blanco elevaba con tal coquetería el penacho de cándidos airones de su copa; así la coralina se adornaba con innumerables sartas y zarcillos de sangriento coral, y las cinias recorrían toda la escala de los colores vivos con sus festoneadas enaguas.
Tal vez el capitán Laurier no veía con claridad; pero ella le había mirado con sus ojos cándidos, volviendo la vista precipitadamente para evitar su saludo... El viejo se entristeció ante tal indiferencia, no por él, sino por el otro. ¡Pobre Julio!... El inflexible señor, en plena inmoralidad mental, lamentaba este olvido como algo monstruoso.
¿Quiere usted que sea hoy mismo? ¿Después de haber recibido al Señor?... Bien: porque usted lo dice. Será un nuevo sacrificio. Callaron un instante el confesor y la penitenta. Doña Cristina volvió la cabeza, como si descansase antes de entrar en la segunda parte de su confesión; y al ver tan próxima á Pepita, fijos en el devocionario sus ojos cándidos, se pegó más á la rejilla.
Debemos confesar, a fuer de sinceros, que el marqués se ocupaba con predilección marcada de aquella señorita desde que descubriera cómo aquellos grandes y cándidos ojos encubrían tesoros de precoz perversidad, porque la verdad es que esta mezcla picante divertía su incurable dilettantismo.
Me persuadí de que aquello me serviría para aminorar otro tanto la curiosa sumisión a que había estado sujeto, y aquel leve tinte de corrupción difundido en todos mis sentimientos perfectamente cándidos antes, me prestó un algo semejante a la desvergüenza, mejor dicho, la suficiente bravura para correr al encuentro de Magdalena sin temblar demasiado. Llegó ella a fines de julio.
Y tan borracha como los otros, apoyando su cabeza rubia en una mano, la Marquesita le contemplaba con los ojos entornados; unos ojos azules, cándidos, que parecían no manchados jamás por la nube de un pensamiento impuro.
Palabra del Dia
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