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Actualizado: 7 de junio de 2025


Abismado en ellas estaba hacía largo rato, sentado junto al bufete, los codos sobre él y en la derecha mano apoyada la mejilla, cuando sintió cerca ruido. Alzó los ojos y vio a su lado a la entrometida Antoñona, que había penetrado como una sombra, aunque tan maciza, y que le miraba con atención y con cierta mezcla de piedad y de rabia.

Sobre la mesa ó bufete, que era de nogal, había recado de escribir, el Breviario y otros libros. Dos sillones de brazos, frente el uno del otro, con la mesa de por medio, y donde se sentaban nuestros interlocutores, eran de nogal igualmente. Á más de los dos sillones, había cuatro sillas arrimadas á la pared. Los asientos todos eran de enea.

Y por poco numerosas que sean las relaciones que se cultiven con gente bogotana, a poco el bufete se llena con El Pasatiempo, El Papel Periódico Ilustrado, etc. Nada de eso se encuentra en el libro de Cané.

Amén de los corredores del asno, estaban otros cuatro aguadores jugando a la primera, tendidos en el suelo, sirviéndoles de bufete la tierra y de sobremesa sus capas. Púsose el Asturiano a mirarlos, y vió que no jugaban como aguadores, sino como arcedianos, porque tenía de resto cada uno más de cien reales en cuartos y en plata.

Me sentí herido, y murmuré una disculpa, que no calmó la cólera de don Juan, sino que, por lo contrario, le impacientó, porque, interrumpiendo mis excusas, agregó en tono despreciativo: ¡Bien! ¡Bien! ¡Que no se repita esto!... Me voy al juzgado. Avise usted a las muchachas que no me esperen.... Volveré entre cuatro y cinco. Ahí en mi bufete está un escrito.... ¡Cópiele usted!

Algunos libros de caballerías y uno que otro tratado de brida y de jineta que sorprendió sobre el bufete de su aposento, hicieron comprender a la madre lo que estaba aconteciendo en el ánimo de su hijo.

Vna medalla de bronçe del señor don Juan de Austria, medio cuerpo, sobre vna peaña de piedra negra. Vn relox de luz con vna nuestra señora metida en una guirnalda de flores. Medio bufete sin pies, de pórfido, ochavado. En el Camarinete de la torre que corresponde al oratorio, se alló: Vn descendimiento de la cruz, de bronçe con su peaña de éuano, y la cruz de éuano con su letrero.

Pero una reflexión lo contuvo. Tomó un sobre nuevo de su bufete y colocole en él. Repentinamente había sido asaltado por una extraña curiosidad; quería saber si su mujer contestaba, y lo que contestaría.

Y sacó un papel ajado y le desenvolvió. ¡Cuidado! ¡cuidado con lo que hacéis! no vaya á caer el tósigo en algún otro plato dijo el bufón dando la confitura al cocinero y apartándole del bufete donde los otros platos estaban servidos . Hacedlo aquí. Ni veo, ni lo que me hago dijo el cocinero mirando con terror los polvos rojizos que contenía el papel. Pues ved de ver dijo el bufón.

Tinta y papel. Llegadme aquí una silla. Sacan un bufete y recado de escribir, y siéntase el REY a escribir. CONDE. Aquí está todo junto. SANCHO. Su gran valor espanta y maravilla. Al Rey hablé, Pelayo. PELAYO. El es hombre de bien, ¡voto a mi sayo! SANCHO. ¿Qué entrañas hay crueles Para el pobre? PELAYO. Los reyes castellanos Deben de ser ángeles. SANCHO. ¿Vestidos no los ves como hombres llanos?

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