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Actualizado: 7 de junio de 2025


Ya en su despacho, donde nadie había acudido más que él, don Braulio, en vez de estudiar expedientes, estuvo largo tiempo sentado, con los codos sobre su bufete y las manos en las mejillas, estudiándose a mismo. Este estudio no debió de dar muy satisfactorio resultado.

Se sentaba en su bufete; se colocaba delante el libro en blanco, donde iba vertiendo sus ideas conforme se le ocurrían, salvo el ponerlas más tarde en orden según un plan sabio y bien meditado; tomaba la pluma por último; pero todo era en balde. No se presentaba nada claro y concreto que decir.

Don Acisclo prometió y juró ser muy sigiloso, y el Marqués dijo al cura que abriese un cajón de su bufete, donde encontraría una carta cerrada y sellada, que decía en el sobrescrito: A mi hija Luz.

Allí hubiera querido ver á los señores académicos é ingenieros que miden con tanta precisión los combates del Océano. Nadie debe, sentado en su bufete, poner en cuarentena con tal ligereza la veracidad de tanto hombre intrépido, encallecido por el trabajo y resignado, que ve con demasiada frecuencia la muerte á su lado para tener la pueril vanidad de exagerar sus peligros.

Algo tuvo que esperar el joven por haber muchos clientes, pero al fin llegó su turno y pasó al estudio ó bufete como se llama generalmente en Filipinas. Recibióle el abogado con una ligera tosecilla mirándole furtivamente á los piés; no se levantó ni se cuidó de hacerle sentar y siguió escribiendo. Isagani tuvo ocasion de observarle y estudiarle bien.

El cuerpo sin embargo, no está indiferente para el movimiento ó el reposo; allí se está quieto, pero va ejerciendo continuamente su actividad; así lo muestra su presion sobre el bufete que le sustenta.

Tiempo ha que adquirí, a costa de mucho oro, la poción libertadora. Contenida está en este lindísimo pomo que pongo sobre mi bufete. El sabio que me la vendió aseguraba que, sin dolor ninguno, en medio de un sueño delicioso, para con suavidad el movimiento del corazón y en las arterias y en las venas cuaja la sangre.

Al día siguiente, bien de mañana, estaba ya en su bufete, sumando y figurando cantidades de un valor inmenso, y sin embargo de tener a mano el dinero que su familia le envió para el viaje, me rogó que le prestase tres monedas que fuesen de una a otra mayores en otro tanto.

El favor de que gozaba su marido en la corte, a más del cargo de comisario del Santo Oficio, serían armas sobradas para abatir algún día la soberbia de su pariente. Por aquel tiempo, cierta noche de verano, don Alonso encontró sobre un bufete de su cámara un papel misterioso. Interrogó a los criados y a las dueñas. Nadie supo responder. Se le decía, sin firma alguna, que Ramiro era hijo de moro.

Este ejercicio es incesante, se le experimenta en todos los momentos, como lo prueba el que si se le quiere levantar ofrece resistencia, si se aparta el bufete se cae, si se le pone la mano debajo la comprime, y hace cambiar de forma los cuerpos blandos sobre que pesa.

Palabra del Dia

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