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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Véanos el lector en una inmensa sala, cuyo techo está sostenido por delgadas y elegantes columnas de hierro. Hácia los lados hay dos filas de mesas de granito rojo. En la fila que circuye las paredes del establecimiento, cada mesa está separada por un aparato de madera bruñida, imitando biombos, con el objeto de impedir las corrientes del aire.

Estamos en la ciudad, en una de sus calles principales y frente a un portal no muy limpio, pero muy espacioso; subimos el primer tramo de la ancha escalera que de él arranca; atravesamos, sin detenernos, la puerta del entresuelo, en la cual se lee, sobre bruñida chapa metálica, el siguiente letrero: SIMÓN C. DE LOS PE

Se hizo chacota de Julián, y, en penitencia de su torpeza, se le condenó a asistir inmediatamente, cansado y todo, a la espera de las liebres. La luna de aquella noche de diciembre semejaba disco de plata bruñida colgado de una cúpula de cristal azul oscuro; el cielo se ensanchaba y se elevaba por virtud de la serenidad y transparencia casi boreales de la atmósfera.

Alternan en esta bellísima pieza el oro, la plata bruñida y la plata mate, y parece al sol una maravillosa cristalizacion de sal gema, brillantes y oro. Pesa 532 marcos de plata, y para ella contribuyó con 100 marcos el arcediano de Córdoba D. Francisco de Simancas.

Venía la viuda de vuelta del mercado con el sirviente detrás, sin manos para sujetar toda la compra de jarros de Cholula y de Guatemala; de un cuchillo de obsidiana verde, fino como una hoja de papel; de un espejo de piedra bruñida, donde se veía la cara con más suavidad que en el cristal; de una tela de grano muy junto, que no perdía nunca el color; de un pez de escamas de plata y de oro que estaban como sueltas; de una cotorra de cobre esmaltado, a la que se le iban moviendo el pico y las alas.

Entretanto, había obscurecido ya; se encendió luz, y el comedor apareció tan pobre, tan frío y desmantelado, que más hubiera valido no encenderla: la calva de don Pablo Aquiles, sentado delante de la apagada chimenea, resplandeció como bruñida patena, y las frutas, aves y peces de los cromos que adornaban las paredes, se animaron con la crudeza de sus colorines.

Mas la gentil aldea se resistía a la inspección, ocultándose a medias detrás de los árboles, que le servían en toda su extensión de poético baluarte. No podía darse nada más bello. El río, iluminado por los rayos oblicuos del sol, era un cinturón de plata bruñida que lo aprisionaba. Nuestro viajero experimentó la dulce sorpresa del que tropieza con un tesoro.

Empezó á subir por él lentamente, apoyándose en el quitasol que ya había cerrado. Cuando se sintió incapaz de seguir, buscó con la vista el castaño más grande y frondoso y fuése á sentar debajo de él. Dejó pasear su mirada serena por el hermoso panorama que tenía delante. El Lora, como una cinta de plata bruñida, desarrollábase á sus anchas por la parte llana.

Y porque fuese mas marabillosa La fiesta y regocijo, que se hacia Por la vitoria insigne y prodigiosa, La buena, la importante Poesia Mandó traer la bestia, cuya pata Abrió la fuente de Castalia fria. Cubierta de finisima escarlata, Un lacayo la truxo en un instante, Tascando un freno de bruñida plata.

La aurora, que sólo tenía apoyado uno de sus rosados dedos en aquel rincón del orbe, se atrevió a alargar toda la manecita, y un resplandor alegre, puro, bañó las rocas pizarrosas, haciéndolas rebrillar cual bruñida plancha de acero, y entró en el cuarto del capellán, comiéndose la luz amarilla de los cirios.

Palabra del Dia

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